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Diario «España», de Tánger, un faro en el Estrecho / Publicado en Heraldo de Madrid / Periodismo / Tánger / Tangerina

En las décadas de 1950 y 1960, miles de lectores se sentían frustrados en Cádiz, Sevilla, Málaga y Madrid cuando los quiosqueros les informaban de que el diario España no había llegado ese día porque el temporal del Estrecho impedía la navegación entre Tánger y Algeciras. España era un soplo de aire fresco en el polvoriento y claustrofóbico escenario periodístico de la España de Franco, aquella Plaza de Oriente mediática de adhesión incondicional al Caudillo

Medio siglo después, cuando comencé a escribir Tangerina y tuve que imaginar una profesión para el marido de Olvido, la protagonista del tramo de la novela que transcurre en 1956, la idea de que éste fuera periodista del diario España no tardó ni un segundo en imponerse. La historia de Olvido cobraba así la verosimilitud que exigía la novela.

España fue una maravillosa rareza: un diario oficialmente franquista que se las apañaba para ofrecer un punto de vista liberal, en el buen viejo sentido de la palabra, gracias a su extraterritorialidad. Un precursor de la Transición Periodística española, el primero en caminar por la estrecha y azarosa senda que, en los años siguientes, los abiertos por Manuel Fraga al frente del negociado de Prensa, recorrerían publicaciones como Mundo, SP, Madrid, Informaciones, Tele/eXprés, Triunfo, Cuadernos para el Diálogo y otros.

Esa rareza no se puede entender sin recordar que Tánger fue, de hecho o de derecho, una ciudad internacional en las seis primeras décadas del siglo XX. Una ciudad de todos y de nadie, donde primaban las ideas de libertad, apertura y modernidad. El refugio, pues, de miles de europeos y norteamericanos de ideas y formas de vida heterodoxas.

La Prensa en la lengua de Cervantes tiene una larga tradición en Tánger. De hecho, la primera publicación periódica impresa en la ciudad fue el semanario Al Mogreb Al Aksa, alumbrado en 1883 por el gibraltareño Gregorio Trinidad Abrines. Estaba escrito en castellano y allí publicaba el anarquista gaditano Fermín Salvochea. En 1885 le siguió La Africana, un semanal satírico, y el año siguiente, El Eco Mauritano, que salía dos veces a la semana, se ocupaba de política y literatura y había sido fundado por los judíos tangerinos Isaac Toledano e Isaac Laredo y el editor español Agustín Lugaro. En las siguientes décadas llegarían los diarios La Crónica, El Porvenir y El Heraldo de Marruecos, y el semanario Democracia. Alberto España sería la gran figura periodística en castellano del Tánger de la primera mitad del siglo XX.

España nació en 1938 y tuvo como padrino al coronel Juan Beigbeder, el Alto Comisario franquista en el norte de Marruecos inmortalizado en la novela de María Dueñas El tiempo entre costuras. Una leyenda tangerina asegura que Beigbeder recibió de los nazis el dinero necesario para poner en marcha el periódico. Puede que fuera así, puede que fuera de otro modo, las historias se cuentan en Tánger con el perfume de Las Mil y Una Noches; lo cierto es que España nació como un órgano de propaganda franquista en el Tánger internacional.

Gregorio Corrochano, un gran crítico taurino amigo de Beigbeder, fue el encargado de dirigir el nuevo diario. Y fue él quien, tras la derrota de Hitler en la II Guerra Mundial, lo hizo evolucionar hacia posiciones templadas. Corrochano contrató a periodistas republicanos perseguidos al otro lado del Estrecho, como Jaime Menéndez, El Chato, y Fernando García-Vela, ambos procedentes de El Sol, y fomentó en la redacción un clima de cultura, profesionalidad y tolerancia en sintonía con la ciudad.

El diario, por supuesto, no se metía con Franco. Seguía publicando las informaciones oficiales del régimen, pero sin apenas ocultar que lo hacía por obligación. Su especificad, lo que interesaba a los demócratas españoles residentes en Tánger y a miles de lectores del otro lado del Estrecho, era el aperturismo con que trataba los asuntos internacionales y culturales.

España llegó a vender 50.000 ejemplares, una cifra muy alta para un diario local de la época”, recuerda el periodista Domingo Del Pino. Su aspecto era más moderno que las publicaciones peninsulares del momento, y sus contenidos, más plurales. Simpatizaba con las democracias triunfantes en la II Guerra Mundial y apoyaba la idea de la construcción europea. Informaba de las novedades cinematográficas, literarias y musicales de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, sin censurarlas por escandalosas que fueran para el dogma hispano-católico.

La jerarquización de su portada podía ser todo un editorial. En una escena de Tangerina, Olvido señala que no se le ha escapado el guiño a los lectores de una de octubre de 1956 en la que se da primacía a la noticia de la concesión del Premio Nobel al exiliado Juan Ramón Jiménez sobre la del encuentro del Caudillo con los nuevos embajadores de Cuba e Irak. Olvido es fruto de mi imaginación, pero esa primera plana es real.

España cerró en 1971. Su penúltimo director fue Eduardo Haro Tecglen, que había asumido el cargo en junio de 1967; el último, Manuel Cruz. Fermín Vílchez ha reconstruido los últimos años del rotativo en su Historia Gráfica de la Prensa Diaria Española, un tiempo de problemas económicos causados por la pérdida de publicidad y lectores, y de problemas políticos y administrativos derivados de la reincorporación de Tánger a un Marruecos de nuevo independiente. El período internacional de la ciudad quedaba atrás: la mayoría de sus habitantes judíos, europeos y americanos hacía las maletas.

El edificio del diario España sigue en pie en la calle que se llamó de Cervantes y hoy lleva el nombre de Ibn Toumert. Hace chaflán y es coqueto, de dos alturas, con un portal neoclásico y una fachada rojiza con entrelazados geométricos. El ayuntamiento no autoriza de momento el uso de la piqueta para demolerlo y construir en su lugar uno de esos bloques de apartamentos que florecen en el resucitado Tánger.

Este artículo en Heraldo de Madrid

Tangerina en Planeta de Libros

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