Iré a votar el domingo. Por supuesto, si Dios quiere, Inch´Alá, si la salud y otras circunstancias me lo permiten. Será un agradable paseo (últimamente la cosa me lleva 20-30 minutos, no más) que sumar a otras actividades dominicales. Y mi conciencia ciudadana quedará satisfecha: así podré comentar, evaluar, apoyar, criticar y hasta denostar lo que ocurra en Bruselas y Estrasburgo teniendo muy claro que el 7 de Junio yo cumplí con mi parte del pacto.
Votaré a los que propugnan una Europa más unida políticamente, capaz de pesar en el mundo, empezando por acompañar al presidente Obama en su valiente y lúcido periplo. Votaré a los que desean una Europa que intervenga más directa y enérgicamente en los mercados económicos. Por ejemplo, me parece una buena idea la de crear un Tesoro Único Europeo que sea el otro brazo que le falta al BCE. Votaré a los que desean reforzar y profundizar el modelo social europeo. No creo que nosotros debamos adaptarnos a las situaciones feudales o esclavistas de otras regiones del planeta, sino todo lo contrario.
Hoy escribe Felipe González en «El País» que la verdadera batalla del 7-J es la que libran los europeístas frente a los nacionalistas euroescépticos y hasta eurófobos. Estoy de acuerdo con el ex. Tal vez perdamos los europeístas… pero no será porque yo me he quedado en cama con resaca, melancolía o desdén.