«Cuanto mejor le vaya a Marruecos mejor le irá a España. Y viceversa.»
Entrevista en atalayar.com
Por Paco Soto, 13 de junio de 2014.
Javier Valenzuela es más que un periodista y un escritor. Es un ser humano comprometido con lo que ocurre a su alrededor. Lleva muchos años defendiendo a personas y causas que otros consideran inútiles. Corresponsal en Líbano, Marruecos, Francia y Estados Unidos, enviado especial en países conflictivos como Irán, Irak, Israel, Egipto, Bosnia-Herzegovina, Turquía, Argelia…, Valenzuela, que nació en Granada, cree firmemente en el diálogo entre la ribera norte y sur del Mediterráneo. Trabajó muchos años en el diario ‘El País’, donde llegó a ser director adjunto. Dejó este medio hace dos años y, a principios de 2013, fundó ‘TintaLibre, revista mensual en papel del diario digital ‘infoLibre’. Valenzuela, en esta entrevista con Atalayar, habla de muchas cuestiones y lo hace con espíritu crítico: la crisis de los medios de comunicación convencionales, el papel de las nuevas tecnologías y las redes sociales en el periodismo del siglo XXI, Marruecos, España, las relaciones hispano-marroquíes, el diálogo entre el norte y el sur del Mediterráneo… “Hay gente en España, tanto en la derecha como en la izquierda, que detesta de un modo visceral a Marruecos y que desearía que se hundiera”, afirma Valenzuela. Él aboga por el diálogo sincero e inteligente para resolver problemas y conflictos, y cree que Marruecos “debería caminar hacia una mayor asociación con Europa con dos muletas: la francesa, sí, pero también la española”.
Pregunta: Su trayectoria profesional es larga e intensa. ¿Después de más de un lustro de crisis en España y Europa, ¿cómo valora la situación actual de los medios y del periodismo que se está haciendo?
Respuesta: Los diarios impresos tradicionales atraviesan una crisis terrible, pero no sólo, como dicen sus amos, por el hecho de que Internet se haya incorporado a nuestras vidas cotidianas como el agua o la electricidad, sino porque han perdido muchísima credibilidad. Al insertarse en grupos multimedia y al endeudarse hasta límites insoportables, han dejado de ser críticos e independientes, se han ido transformando en voceros de gobiernos, grupos bancarios e intereses de gigantes empresariales. Son muy previsibles, muy aburridos, muy conservadores, no conectan con los sectores de la población más inquietos y dinámicos. Diarios como ‘El País’ van perdiendo lectores a chorros, y la respuesta de sus amos es abaratar su producción del modo más fácil y tontorrón: despidiendo a sus periodistas más veteranos. Así van deteriorando aún más la calidad de su información, su análisis y su escritura, con lo que, en un espiral viciosa, siguen perdiendo lectores. Pero, atención, la crisis de estos medios no es una crisis del periodismo. El periodismo está viviendo el comienzo de una nueva edad de oro. Sólo que con otros soportes. Jamás en la historia de la humanidad tanta gente había emitido tantas informaciones y opiniones como lo hace hoy a través de las redes sociales. Jamás habían surgido tantos diarios nuevos creados y dirigidos por periodistas como está ocurriendo ahora en todo el mundo con los digitales. Termina la era de los dinosaurios mediáticos y amanece la de los felinos: libres, flexibles, ágiles, pegados a la tierra.
P: ¿No cree que en España y en muchos otros países el periodismo internacional de información seria, completa y contrastada y de análisis riguroso e inteligente está herido de muerte, y ha nacido un nuevo periodismo más precario, un periodismo de titulares sensacionalistas o alarmistas, pero vacío de contenido?
R: Sí, es evidente que, para abaratar costos, los grandes medios, en vez de reducir y rebajarles los sueldos a sus gigantescas cúpulas directivas, optan por cargarse corresponsalías. El oficio de corresponsal o enviado especial que conoce bien un país o una región e informa desde ella con rigor y sutileza de lo que ve y escucha en persona, está gravemente herido. Los dinosaurios mediáticos optan porque becarios o redactores jóvenes mal pagados corten y peguen desde las redacciones centrales las noticias que ven en Internet. En muchos casos, sin tener la menor idea de lo que están hablando. Y eso se nota en la inexactitud y hasta el amarillismo de lo que publican. No es culpa, por supuesto, de esos chavales y chavalas, es de los propietarios y jefes de los dinosaurios.
P: ¿Es posible en una sociedad como la española, donde la cultura y el conocimiento importan poco y muchos medios han acabado en manos de gestores o burócratas que sólo buscan el beneficio empresarial pero sin importarles la calidad, impulsar un periodismo de calidad, es decir profesional, honesto, sensible y comprometido con el bien común?
R: Sí, claro que es posible. Está ocurriendo de hecho. Véase la cantidad de diarios digitales surgidos en los últimos años en España creados y dirigidos por periodistas. Internet puede ser la pesadilla de las viejas empresas periodísticas, pero es una herramienta fabulosa para los periodistas. Nos permite crear nuestros propios medios con muy poco dinero, ser independientes de los grandes gigantes políticos y empresariales, dirigirnos directamente a los lectores, informar y opinar con espíritu crítico, al servicio del bien común, como dice usted. Ahí está la exitosa experiencia francesa de Mediapart. ¿A costa de vivir en la estrechez económica? Pues sí. Pero un periodista de verdad prefiere vivir sin mordaza que con un sueldazo, ¿no? El periodismo nació como un contrapoder ciudadano frente a los más ricos y más fuertes. Esa es su misión social. No deberíamos olvidarlo.
P: ¿Qué recuerda de su experiencia periodística en el mundo árabe en general y en Marruecos en particular?
R: Recuerdo tantas cosas que he escrito varios libros sobre ello y aún no he contado ni la décima parte de lo que he vivido. Ahora estoy escribiendo una novela que transcurre en Tánger y en la que cuento cosas nuevas. Pero, bueno, del mundo árabe le diré que pienso que ha emprendido una larga y dolorosa lucha por la libertad y la dignidad que no tiene marcha atrás. En cuanto a Marruecos, es un país hermosísimo geográfica, cultural y humanamente. Siempre digo a mis amigos que España tiene la suerte de que uno de los países árabes más interesantes, si no el más, está a 14 kilómetros de nuestras costas.
P: Respecto a Marruecos, ¿cree usted que el periodismo español ha estado y está a la altura de las circunstancias?
R: Le respondo con una rotunda negativa. Buena parte del supuesto periodismo español sobre Marruecos está basado en los estereotipos de la secular “morofobia”, es un periodismo casi de guerra, especializado en zaherir al vecino, en magnificar todo lo malo pueda tener y censurar todo lo bueno. Yo he procurado siempre cubrir Marruecos desde el conocimiento sobre el terreno del país y sus gentes, y también, lo reconozco, desde el cariño al país y sus gentes. No sé si lo he conseguido, probablemente no. Pero, bueno, suelo decir que, aunque a un español, sea político, empresario o periodista, no le guste Marruecos, debería actuar, como mínimo, con inteligencia. A España le interesa que a Marruecos le vaya bien, que nuestro vecino del sur progrese sin grandes tragedias hacia la democracia, los derechos humanos, la igualdad de los géneros y un reparto más equitativo de la riqueza. Cuanto mejor le vaya a Marruecos mejor le irá a España. Y viceversa. Con Marruecos debemos aspirar a construir una relación como la que ahora tenemos con, digamos, Francia y Portugal. El interés mutuo minimiza muchos problemas. Fíjese usted en que la sangre nunca llega al río entre España y Reino Unido con el problema de Gibraltar. ¿Por qué? Porque las relaciones humanas, turísticas, económicas, culturales y comerciales entre España y Reino Unido pesan muchísimo más que ese peñón.
P: España y Marruecos viven ahora una situación política y diplomática de mayor normalidad. España es un importante socio económico del país norteafricano. ¿Es usted optimista sobre el futuro de las relaciones bilaterales?
R: Las relaciones van bien, ciertamente. Y aunque, como es sabido, soy muy crítico respecto al Gobierno de Rajoy, tengo que reconocerle que, al menos en este asunto, está actuando con inteligencia, siguiendo el interés nacional español y no dejándose llevar por la pasión “morófoba” de ciertas tabernas políticas, sociales y mediáticas. Desde el primer día, Rajoy decidió mantener la línea de las buenas relaciones entre España y Marruecos que establecieron Zapatero y Moratinos. En Marruecos se temía que este nuevo Gobierno del PP reanudara la política de hostilidad y hasta belicismo de Aznar, pero no ha sido así. Y eso es positivo. Eso permite, entre otras cosas, que Marruecos siga cooperando con España como en tiempos de Zapatero en asuntos como el control de la emigración subsahariana y la lucha contra el terrorismo yihadista, que el contencioso de Ceuta y Melilla esté adormecido y que nuestras empresas e incluso nuestros emigrantes se instalen al sur del Estrecho. Es muy significativo que miles de españoles anden buscando trabajo en Marruecos.
P: ¿No teme que los grupos de presión antimarroquíes en España y antiespañoles y pro franceses en Marruecos no hayan dicho su última palabra?
R: Eso está muy bien expresado. Hay gente en España, tanto en la derecha como en la izquierda, que detesta de un modo visceral a Marruecos y que desearía que se hundiera. Son muchos siglos de propaganda denigratoria de Marruecos y eso no se desenraiza en un santiamén. Ya he dicho que esa actitud me parece antigua, mal informada y disparatada. Pero también es verdad que, aunque la inmensa mayoría de la población marroquí quiera mucho a los españoles, existe entre ciertas élites de Rabat y Casablanca una francofilia excesiva. Son esos tipos que tienen pisos en París y hacen negocios con Francia. A mí me gusta mucho Francia, que conste, pero siempre he dicho que esas élites marroquíes aún no se han dado cuenta de que su peso en el mundo ha disminuido mucho. A mis amigos marroquíes llevo lustros diciéndoles que su país debería caminar hacia una mayor asociación con Europa con dos muletas: la francesa, sí, pero también la española. En materia lingüística, por ejemplo, el español es hoy una lengua muchísimo más útil internacionalmente que el francés.
P: ¿Cómo valora la evolución política, económica y social que ha vivido Marruecos desde que el rey Mohamed VI llegó al poder, en 1999? En su opinión, ¿qué retos le quedan todavía por alcanzar a Marruecos para ser una democracia plena?
R: Yo viví en el Marruecos de Hassan II y no tengo el menor reparo en reconocer que en ese país se respira ahora con mayor desahogo. Política, periodística y económicamente. Es verdad que Mohamed VI ha abierto la mano. No lo suficiente, ni mucho menos, pero ha abierto la mano. El Marruecos de Mohamed VI no es una tiranía como lo fueron la de Gadafi en Libia y Sadam en Irak, y como sigue siéndolo la de Asad en Siria. En absoluto. Ahora bien, el ritmo de las reformas es muy lento y desigual. Mohamed VI debería pasar de la tercera a la cuarta, quinta y sexta marcha. Las libertades y los derechos de los marroquíes deberían ser más amplios y estar más garantizados. Y Mohamed VI debería hincarle el diente al tema socioeconómico, lo que no ha hecho todavía. Marruecos no puede caminar por el siglo XXI con la actual confusión entre la riqueza del rey y la riqueza nacional, con la desvergüenza y corrupción con la que hacen negocios tantos miembros del Majzén, con un sistema fiscal en el que los muy ricos no pagan apenas impuestos y estos recaen como una losa en las clases populares y medias.
P: A España, para sus propios intereses económicos y geoestratégicos, le interesa un vecino del Sur estable económicamente y políticamente democrático. Si es así, ¿por qué hay sectores en nuestro país que le niegan el pan y la sal a Marruecos y abogan por el enfrentamiento y el conflicto?
R: Ya respondí más o menos a eso. Podríamos decir que el fundamentalismo ideológico ciega a mucha gente tanto de derechas como de izquierdas cuando se habla de Marruecos. Podríamos añadir que la espina del modo en que España salió del Sáhara Occidental sigue emponzoñado las memorias. Podríamos citar que también pesa el miedo a perder Ceuta y Melilla. Y podríamos concluir recomendando a esa gente que conozca de veras a Marruecos.
P: ¿Qué tienen que hacer España, Italia y Grecia, que son la frontera de un mundo rico, aunque en crisis, con el continente más pobre del planeta, África, para que los burócratas de Bruselas entiendan que el problema de la inmigración africana irregular no se soluciona simplemente con más alambradas y policías en las fronteras?
R: Plantarse, dar un puñetazo en la mesa, amenazar con romper la baraja, romperla si es menester. En este como en otros asuntos, pienso en el austericidio, los países europeos del sur están demostrando una debilidad de siervos en relación a los del norte. En el caso español, Zapatero y Rajoy han compartido la misma flojera frente a Bruselas y Berlín. Ambos han carecido de lo que hay que tener, de lo que tenía, por ejemplo, Margaret Thatcher cuando defendía los intereses del Reino Unido frente al resto de los socios europeos. Me consta fehacientemente que los burócratas de Bruselas y los gobernantes de los países europeos más poderosos tienen un miedo cerval al escándalo, a la silla vacía, a que un socio abandone ruidosamente una cumbre, a que de una conferencia de prensa denunciando el tinglado, a ese tipo de cosas. ¿Se imagina cómo palidecerían si España, Italia y Grecia dijeran basta? Esa es una carta que ni Zapatero ni Rajoy han jugado nunca. ¿Por qué? Porque los dos son muy blanditos.
P: ¿Es optimista sobre el futuro de las relaciones entre la ribera norte y sur del Mediterráneo?
R: Entre España y Marruecos, en concreto, las cosas, como dije, llevan una década bastante mejor que en tiempos de Aznar. Pero si hablamos del conjunto de las relaciones euromediterráneas, el panorama se ensombrece. Quizá porque estaba muy cómoda con dictadores como Ben Alí y Mubarak, quizá porque estaba demasiado ensimismada con su propia crisis económica, quizá porque no existe a la hora de influir políticamente en el mundo, la Unión Europea no ha respondido, ni mucho menos, como debiera a la Primavera Árabe. No ha apoyado de veras, a fondo, con convicción y compromiso, los procesos democráticos. Los demócratas de Egipto, Túnez, Libia, Siria y otros países se han sentido muy solos a la hora de lidiar con sus rivales militares e islamistas. El Séptimo de Caballería europeo no llegó nunca.
P: En estos momentos está usted viviendo en Tánger, donde escribe una novela. ¿Puede hablarme de este proyecto?
R: Tengo publicados ocho libros periodísticos y me he dicho que, acercándome a los sesenta años de edad, iba siendo hora de escribir una novela. Es un thriller que transcurre en Tánger y tiene protagonistas españoles y marroquíes.
P: ¿Qué representa para usted una ciudad tan maravillosa como Tánger, puerta a Europa y ciudad cosmopolita que reúne muchas cosas a la vez: la cultura marroquí, la mediterránea, la africana, la española, la europea…?
R: Tánger es, como dice usted, una ciudad marroquí y mucho más que una ciudad marroquí. De toda la vida ha sido el balcón de Marruecos a Europa y de Europa a Marruecos. También ha sido un refugio histórico de judíos, moriscos, liberales, masones y republicanos expulsados de España, de trabajadores andaluces y levantinos que huían de las hambrunas peninsulares, de aristócratas homosexuales ingleses y escritores vanguardistas americanos, de gente de muchos orígenes que sólo allí podía vivir en paz. Es una ciudad deliciosa, con mucha historia detrás, con una luz, unos colores y unos olores intensísimos, con una gente tolerante y hospitalaria, con el Estrecho, el Mediterráneo y el Atlántico a tiro de piedra. Y es, junto a otras ciudades del norte de Marruecos, el único lugar en el mundo no iberoamericano donde un español puede hacerlo todo expresándose en la lengua de Cervantes.
P: ¿El gran Teatro Cervantes será rehabilitado algún día? ¿Quizá cuando España -la sociedad, los poderes públicos- entienda que desarrollo y bienestar no es sólo tener 30.000 dólares de renta per cápita al año o una magnífica red de autopistas y autovías y de trenes de alta velocidad, sino también invertir en cultura, porque esto significa asegurar el futuro de un país?
R: El Gran Teatro Cervantes de Tánger es propiedad del Estado español, o sea, de nosotros, los contribuyentes. Mía, suya y del lector que pueda estar viendo esto. Y lleva lustros cerrado, abandonado, cayéndose a pedazos. Ahora, con motivo de su centenario, unos cuantos hemos vuelto a reivindicar que España debería restaurarlo y darle un uso. Quizá ya no sólo como teatro, quizá como un centro cultural para todo tipo de actividades (cine, teatro, danza, literatura, fotografía, televisión, Internet, etc), que podría tener, por qué no, un componente de galería comercial, con tiendas, por ejemplo, de Zara y otras marcas españolas reconocidas internacionalmente. Con Mohamed VI, que, a diferencia de su padre, Hassan II, quiere a Tánger y al norte de Marruecos, la capital del Estrecho está resucitando. Sería genial que España tuviera en su corazón un gran escaparate cultural y comercial. Pero me temo que la tentación de nuestros gobernantes, que son unos vagos y carecen de la menor audacia e imaginación, sea regalarlo o venderlo por un euro simbólico y deshacerse del problema. Así nos va.