Unos bárbaros ensangrentaron el viernes una de las grandes capitales mundiales de la luz y la libertad. Mataron e hirieron a sangre fría a cientos de personas que asistían a un partido de fútbol, cenaban en restaurantes o habían ido a un concierto de rock. Querían hacer daño precisamente ahí: en la joie de vivre de los parisinos. Querían castigarles por ello.
Madrid acogió con tristeza la noticia. Las matanzas de París hirieron muchos corazones. Madrid es una ciudad solidaria, de manos abiertas al abrazo. Madrid es una ciudad aún más festiva que París. Madrid padeció en cuerpo y alma la barbarie yihadista el 11 de marzo de 2004. Como la padeció Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
Las autoridades municipales salieron a la plaza de Cibeles y guardaron un minuto de silencio. Manuela Carmena iba al frente. Ondearon en la zona las banderas tricolores de la República Francesa. Anne Hidalgo, alcaldesa socialista de Paris, agradeció en Twitter los apoyos internacionales expresados a los vecinos de su ciudad. Entre ellos, añadió, los de los alcaldes de Nueva York, Madrid y Montreal.
Muchas portadas de medios franceses coincidieron ayer en una expresión: «L´Horreur». El Estado Islámico (ISIS) supera al mismísimo Al Qaeda en la siembra de un espanto sangriento y glacial. Se filman a sí mismos decapitando a cautivos en mitad del desierto, fusilando a otros en masa, sembrando la muerte con balas, explosivos, cualquier cosa a su alcance que haga mucho daño. Despiadados como nadie, sus víctimas son gente que pasaba por allí y nada tenía que ver con su delirio.
ISIS es un enemigo terrible. La invasión de Irak y las guerras civiles en Siria le han permitido construirse un feudo territorial. Predica un milenarismo que cautiva a desesperados de otros países árabes y musulmanes. También a inmigrantes más o menos marginados de origen musulmán. Su primera fortaleza es mental, su enfermedad mental.
A ISIS, como a Al Qaeda, hay que enfrentarse con mucha inteligencia. La capacidad de prevención de los servicios policiales y de espionaje fue manifiestamente favorable el 11-S y el 11-M y ha vuelto a serlo en París. En los atentados de París participaron bastantes yihadistas. Tenían explosivos y fusiles de asalto Kalashnikov. Francia estaba en máxima alerta desde la matanza en Charlie Hedbo, hace diez meses. Sin embargo, no fueron detectados.
No necesitamos politiquería. Ni declaraciones grandilocuentes ni fotos oportunistas ni pactos antiyihadistas tan vacíos de contenido como ese Rajoy-Sánchez que amenaza con la cadena perpetua a tipos deseosos de suicidarse. Necesitamos un uso más eficaz del dinero de nuestros impuestos. Y una política que vaya al fondo del problema.
Sin desecar los pantanos donde crece esta peste, derrotar a ISIS es un trabajo de Sísifo. Sería útil no arrojar más gasolina al fuego matando a civiles en operaciones militares en Oriente Próximo, incluidas las llevadas a cabo con drones. Ayudaría el comprometerse a fondo en una justa resolución de conflictos como el de Palestina. Y también pensar en algo así como un Plan Marshall para promover crecimiento con protección social desde el Atlántico hasta India. Y, por supuesto, apoyar a los demócratas de ese inmenso territorio poblado por jóvenes. Y, ya que estamos en ello, dejar de mirar para otro lado cuando se trata de Arabia Saudí, promotor y financiador de la versión salafista del islam que inflama a los yihadistas.
Ese tipo de cosas, lo sé, requieren tenacidad, paciencia, astucia. El comentario de taberna es más fácil. Confundir el todo con la parte es más fácil. Dirigirse a las vísceras bajas es más fácil. Subirán la islamofobia y la ultraderecha. Al Frente Nacional de Le Pen se le vuelve a ensanchar el bulevar de la Asamblea Nacional y, quién sabe, del Elíseo. La derecha y la ultraderecha recogerán en casi toda Europa la cosecha electoral del miedo. Crecerá el recelo ante los refugiados de Siria y otros países. Seguimos adentrándonos en zona de curvas peligrosas.
Lo más fácil no es siempre lo mejor. La mejor respuesta al fanatismo no es otro fanatismo. La mejor respuesta es la suma de la libertad y la razón.
No hay que volverse loco, ni una milésima parte de lo locos que están ellos. No vamos a renunciar a nuestros derechos y nuestras formas de vida. Si renunciamos, los terroristas habrán ganado. Es lo que buscan: situarnos en el terreno medieval de la yihad contra las cruzadas.
Y nos seguirá quedando París. París es vieja, fuerte y rebelde. París ha sobrevivido a Hitler, la represión de la Comuna y la matanza de San Bartolomé. Sus luces volverán a brillar.