En el imaginario colectivo de los medios de comunicación occidentales, España parece estar convirtiéndose a medida que va avanzando este año de 2012 en lo que fue Grecia en los semestres anteriores: el paradigma de austeridad impuesta por poderes externos, pobreza rampante entre las clases populares y medias, indignación creciente de la ciudadanía contra los bancos y los políticos y episodios de violencia callejera cada vez más frecuentes. Ciertamente, las escenas que pueden fotografiarse o filmarse estos meses en las calles españolas son tan impactantes como las de los jubilados griegos protestando por el recorte de sus magras pensiones en la ateniense plaza de Sintagma frente a una muralla de bien pertrechados policías. O, saltando a los comienzos de este siglo, las de los enfurecidos depositantes argentinos agolpándose frente a los bancos cuando el corralito de 2001-2002. O, puestos a hacer historia, las inmortalizadas por Dorothea Lange en el Estados Unidos de la Gran Depresión.
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