Categorías
blog

ZP y el silencio quejumbroso de la izquierda / Zapatero / Crisis económica / Derrota Elecciones Europeas 2009

 

Como gobernador de Arkansas y luego, durante ocho años, como presidente de Estados Unidos, Bill Clinton tuvo muchos baches políticos (en ocasiones porque le gustaba meterse en líos, recuérdese el caso Lewinsky). Hasta perdió por goleada alguno de esos comicios que los norteamericanos llaman «midterm elections», en los que no se decide la jefatura del Ejecutivo. Pero siempre, hasta el último minuto de su carrera política, supo darse cuenta del momento en que cambiaba el viento, analizó correctamente el por qué y reaccionó con rapidez, habilidad y contundencia. Por eso todo el mundo le llamaba The Comeback Kid, el muchacho que, aunque le den por acabado, siempre vuelve al terreno de juego y termina ganando el partido.

 

No sé si Zapatero comparte estas cualidades, sinceramente lo ignoro. Sé que muchos, en la derecha y en cierta izquierda, llevan más de ocho años equivocándose al ningunearle. No ha ganado dos elecciones legislativas tan sólo por suerte, ni tampoco exclusivamente por los errores del adversario. Su personalidad y su proyecto han conectado dos veces con más de 11 millones de españoles, lo que se dice pronto pero es difícil de igualar. Ahora bien, el pasado domingo, 7 de junio, Zapatero sufrió su primera derrota a escala nacional.

Sí, ya sé que las europeas son una especie de «midterm elections»: no hay que dar por hecho ni que Zapatero esté acabado ni que el PP tenga asegurada la victoria en las próximas legislativas. Tampoco hay ninguna razón para pedir elecciones anticipadas, mociones de censura, de confianza o cosas de ese tipo, como hace un PP en pleno «subidón». Aún más, sería bueno que en España cesara la campaña electoral permanente, con su corolario de crispación, en la que está empecinada la derecha, y que los políticos -todos ellos, del Gobierno y la oposición- nos dejaran en paz durante un tiempo y se concentraran en intentar consolidar y ampliar -junto con bancos, empresarios, sindicatos y tutti quanti- los brotes verdes que afloran en nuestra economía. Les agradeceríamos que trabajaran para hacer más corto y menos penoso lo que queda de crisis y para sentar las bases de un modelo económico menos basado en el ladrillo.

 

No obstante, Zapatero y los suyos no pueden hacer como que nada pasó el 7-J. Pasó algo inquietante para ellos: el núcleo duro del electorado del PP se movilizó al 100%, como siempre, pero no lo hizo la totalidad del núcleo duro del electorado del PSOE, hubo cientos de miles de presuntos incondicionales que no se acercaron a las urnas. Por supuesto, este hecho no es extrapolable a unas legislativas: probablemente muchos abstencionistas progresistas del domingo habrían votado si hubiera estado en juego el regreso del PP a La Moncloa. Pero creo que harían mal Zapatero y los suyos en desoír el aviso de esos cientos de miles de ciudadanos, en no intentar comprender lo que quiere decir su silencio quejumbroso del domingo. Su victoria en 2012 puede depender de una buena lectura del 7-J.

 

No estoy en posesión de encuestas y estudios tan complejos como los que, sin duda, han encargado, o tienen ya, La Moncloa, Ferraz y Gobelas. Mi única encuesta, en absoluto científica, son conversaciones con amigos, familiares y compañeros nada de derechas que no votaron el domingo… y mis propias reflexiones. De ahí emergen unos cuantos elementos.

 

Unos tienen una dimensión territorial. Entre ellos:

 

Falta de atractivo del liderazgo y el programa socialistas en Madrid y Valencia… si es que existen. Aún más grave, el PSOE tiene un problema con las clases medias urbanas de esas comunidades… y puede que con las clases medias urbanas en su conjunto.

 

Confusión del electorado socialista en Cataluña. Parece que el PSOE y el PSC no logran resolver la ecuación progresismo/catalanismo.

 

Fatiga del electorado socialista en Andalucía. Sin duda, el actual presidente de esa comunidad es buen hombre y buen gestor, pero ¿es el líder de la renovación que el momento reclama?

 

Otros son cuestiones de fondo. Entre ellas:

 

La ampliación de derechos y libertades parece haberle dado ya a Zapatero todo el rédito electoral posible. Los progresistas la dan por descontada. Además, la crisis ha puesto en primer plano otro problema mucho más acuciante: la seguridad laboral, económica y social de los ciudadanos y las familias. De hecho, y eso merece un comentario más amplio, la socialdemocracia lo tiene difícil en España y en el resto de Europa si no incorpora como elemento capital de su ideario la cuestión de la seguridad de los trabajadores y las clases medias (seguridad ciudadana frente a la delincuencia, seguridad en el empleo, seguridad ante la enfermedad, el paro y la vejez, seguridad de los ahorros, seguridad jurídica…). Y sin el menor complejo.

 

No es la crisis económica la que le ha pasado factura al PSOE, es la gestión de esa crisis o, si lo prefieren así, la percepción de la gestión de la crisis. Zapatero se instaló primero en un absurdo negacionismo; luego respondió con medidas dispersas y mal explicadas, manteniendo un Gobierno que no estaba a la altura de las circunstancias y negándose a contemplar medidas rotundas de carácter keynesiano y socialdemócrata. Tan sólo al cabo de un año renovó el Ejecutivo y el discurso, para intentar más activismo y empezar a hablar de cambio de modelo productivo (¿too little, to late?).

 

Durante este tiempo Zapatero ha evidenciado cierta falta de empatía con los sufrimientos de la gente, de su gente, la que le llevó a La Moncloa: jóvenes, trabajadores, pequeños y medianos comerciantes y empresarios… Su discurso ha sido frío y tecnocrático, su contacto directo con la gente, escaso.

 

¿Tiene Zapatero espíritu de Comeback Kid o lo confiara todo –laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même- a la automática recuperación económica y a la permanencia de Rajoy al frente del PP? No tengo la menor idea. Es un buen político –listo, honesto, bientencionado y progresista-, pero ahora debe superar la prueba suprema de su oficio: remontar tras la derrota y reinventar su personaje.

PS. Clinton no fue vencido jamás en unas presidenciales. Tras dos mandatos, se retiró, como manda la Constitución norteamericana, a finales del 2000. Su popularidad era entonces altísima, podría haber ganado otra vez.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad