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Israel quiere paz y territorios, seguridad y sumisión, miedo y aplauso / Israel / Palestina / Gaza


A las dos semanas de comenzada, Israel sigue intentando presentar la matanza de Gaza como un capítulo heroico en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, y pese a la censura impuesta por Israel a los periodistas y las organizaciones humanitarias, la realidad de los sucesos de Gaza es transparente: estamos ante el mayor acto de agresión contra una población civil ejercido por un Estado en lo que llevamos de siglo XXI. Para encontrar algo parecido hay que remontarse al cerco de Sarajevo, y en aquel caso los autores de la barbarie, los serbobosnios Karadzic, Mladic y sus esbirros, no pertenecían formalmente a un Estado reconocido por Naciones Unidas.

No me extraña que haya gente que esté comparando el asedio de Gaza con el que sufrió el gueto de Varsovia en la Segunda Guerra Mundial. Tampoco me extraña que se haya instalado en muchas conciencias el sentimiento de que los que entonces fueron víctimas son hoy verdugos. El fascismo no es una cuestión de llevar correajes o saludar de tal o cual manera; el fascismo es considerar que los intereses de una determinada comunidad (étnica, nacional, religiosa o política) están por encima de todas las leyes, normas, pactos, principios y valores éticos y morales producidos por la humanidad a lo largo de su historia.

Hoy el Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado una resolución instando al alto el fuego. ¿Cómo ha respondido Israel? Habla Tzipi Livni: «Israel ha actuado, actúa y seguirá actuando de acuerdo a sus necesidades». Habla Eli Yishai: «No pasará absolutamente nada si la resolución se queda en papel mojado, porque lo importante son nuestros intereses». Más claro, agua: nos la suda por completo la legalidad internacional, llevamos décadas violándola a placer, empezando por las resoluciones que instan a que nos retiremos de los territorios palestinos (Cisjordania, Jerusalén oriental y Gaza) ocupados en 1967.

Desde hace dos semanas, un millón y medio de personas viven en Gaza sometidas al terror más absoluto. ¿Cómo calificar si no que te corten el agua, la electricidad y el suministro de alimentos y medicinas y te bombardeen por tierra, mar y aire? En este período, han muerto más de 700 palestinos y más de 3.000 han quedado malheridos, por no hablar de los que yacen bajo los escombros. ¿Eran todos terroristas? Según la organización internacional Save the Children, más de un centenar de esos muertos ya contabilizados son niños. ¿Les llamamos «daños colaterales»? ¿Podemos imaginarnos qué ocurriría si los rudimentarios cohetes de Hamás hubieran matado en apenas dos semanas a más de 100 niños israelíes? ¿O es que tal vez debemos asumir que los palestinos, los árabes en general, no son seres humanos?

Israel viola las leyes de guerra al impedir el auxilio a los civiles heridos. No lo afirma un grupo neonazi desbordante se sentimientos antisemitas, sino la mismísima Cruz Roja Internacional. Está hoy, viernes 9, en los medios de comunicación. Quizá haya que aclararles a los cínicos que sí, la humanidad también ha elaborado leyes para la guerra, empezando por la de evitar al máximo los sufrimientos a los civiles y permitir la actuación de organizaciones como Cruz Roja. Aunque también sabemos que a los nazis eso se la traía floja: empezaron a demostrarlo en Guernica.

Asimismo puede leerse hoy en los medios que la ONU suspende la ayuda a Gaza después de que Israel matara al conductor de uno de sus camiones de ayuda humanitaria y bombardeara una escuela de esa organización internacional. Al dar cuenta de ese hecho, Juan Miguel Muñoz añade en El País esta información: «¿Leyes internacionales?», se mofaba recientemente un alto mando militar israelí en una reunión con periodistas. «Hay que arrasar Gaza», comentaba días atrás un ministro israelí». Lo que no se le puede negar a Israel es su absoluta sinceridad.

«Israel mató a 30 palestinos que se refugiaban en una casa», acabo de leer en elpais.com La primera frase de esa información dice: «El Ejército israelí mató el pasado domingo a 30 civiles palestinos que sus soldados habían concentrado el día anterior en una vivienda de Gaza, según un document_2010-02-28o de la Oficina de Coordinación Humanitaria de la ONU (OCHA)». Supongo que por semejante acción cualquier otro Estado�sería acusado de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad o como quieran ustedes llamarle.

Esta semana, el cardenal Martino, presidente del Consejo del Vaticano para la Justicia y la Paz, ha dicho: «Miren las condiciones en Gaza. Cada vez se parece más a un campo de concentración». El cardenal tiene razón: éste es un hecho absolutamente relevante, sin el cual no se puede entender nada de nada, incluidos Hamás y sus cohetes. Hace tres años, Israel se fue de Gaza porque ese basurero superpoblado no le servía para nada, pero desde entonces lo tiene sometido a un bloqueo implacable, cuando no, como ahora, a un bombardeo incesante. ¿Puede esperarse en semejantes condiciones que los habitantes de Gaza se conviertan todos en unos hippies de los de paz, amor y buen rollito?

No obstante, la madre de todos los hechos relevantes es que, habiendo aislado Gaza, habiendo convertido esta franja de tierra en la mayor cárcel al aire libre del planeta, Israel prosigue la ocupación y colonización de Jerusalén oriental y Cisjordania. O sea, Israel quiere la paz y los territorios, quiere seguridad para su población y sumisión por parte de los palestinos, quiere manos libres para hacer lo que le plazca y asentimiento incondicional de la comunidad internacional, quiere ser temido y amado, pretende aterrorizar y ser aplaudido, lo quiere todo y aún más. ¿Cómo calificar esto?

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