El tribunal del 11-M acaba de dejarlo clarísimo: fueron los islamistas (esos a los que el fascista Federico J. L. llama «los moritos»), ellos y sólo ellos, sin rastro alguno de ETA.
¿Y quién paga los platos rotos de la teoría de la conspiración? ¿No van a castigar los lectores de un determinado periodicucho madrileño a su director por haberles mareado y engañado durante más de tres años con estupideces sobre furgonetas, mochilas, explosivos, ácido bórico y cintas de la Orquesta Mondragón? ¿No van a castigar los votantes del centroderecha español al PP por no haber rectificado nunca su error del 11-14 M de 2004 y haber seguido insistiendo durante los tres años y pico siguientes en que los yihadistas no pudieron hacerlo solos? ¿No van a expulsar los obispos de su púlpito radiofónico a ese discípulo de Goebbels llamado Federico?
Con toda probabilidad, la respuesta es negativa. La ideología (patriotera y ultraderechista en este caso) ciega el sentido común y anestesia la moral.
Pero sí, los yihadistas, los seguidores de Osama Bin Laden, cometieron en solitario la barbarie del 11-M, como cometieron el 11-S en Nueva York, el 7-J en Londres y decenas de atentados salvajes en muchos otros lugares del mundo. Negarles la capacidad de matar es una irresponsabilidad alucinante.
Por lo demás, la teoría de la conspiración seguirá teniendo partidarios en España, faltaría más. Ya lo sabemos: Elvis vive, la CIA mató a Marilyn Monroe, lady Di fue asesinada por la reina Isabel II, los extraterrestres gobiernan el mundo…
Un último recuerdo para lo mejor que ha dado el 11-M en estos casi cuatro años: la dignidad y la valentía de personas como Pilar Manjón, las víctimas de aquellos atentados.