El problema no es la (presunta) corrupción de un dirigente político, no señor. El problema lo constituyen el ciudadano que denuncia, el policía, el fiscal y el juez que investigan y el periodista que cuenta. ¿Porque quién puede poner en duda la honorabilidad del señor Camps? Nadie; ningún valenciano al menos.
De hecho, todos los valencianos se sienten agraviados por la mera sugerencia de que su President se hizo trajes gratis total; item más, todos desearían verlo elevado a los altares como el santo y el mártir que es.
¿Todos? Sí, todos, como bien dice el presidente de la Feria de Valencia. ¿Pero estamos completamente seguros de que no hay ninguno que piense que el asunto de los trajes debiera ser aclarado? ¿No hay ninguno que diga que Camps podría zanjar la polémica presentando las facturas de la sastrería o los correspondientes extractos del banco o la tarjeta de crédito? Pues no, no hay ninguno… y si lo hay, no es valenciano, ni, por supuesto, español. Individuo semejante, capaz de poner en duda la honorabillidad de Camps, el vicario de la Maredeuta que aportó a Valencia los inmensos tesoros de la visita del Papa y la Copa de América, tendría que ser quemado como un «ninot» repugnante en la próxima Nit del Foc.
PS.- Esto es lo que hay, amigos. Madrid y Valencia prosiguen su camino hacia la «italianización»: se persigue al guardia y se exculpa al ladrón; se lincha al mensajero y se desprecia el mensaje; se pontifica en nombre de todos aunque tan sólo se sea una parte; se utiliza la mayoría absoluta como absolución de todos los pecados; se usa la televisión pública como garrote contra opositores y disidentes… Y he citado a Italia por parentesco y proximidad, pero también podría haber mencionado a Venezuela y Rusia.