Estuve anoche en la Puerta del Sol. Una multitud juvenil -los más por edad y algunos por espíritu- llenaba la plaza central de Madrid convirtiéndola en un ágora combativa y pacífica, plural pero sin banderas. Nadie parecía pedir allí utopías inalcanzables, sino reformas democráticas sensatas y posibles, justas y necesarias. Tuve la impresión de que a la izquierda oficial, y hablo sobre todo del PSOE, le queda por delante una larguísima travesía del desierto si no escucha esta voz que pide gobierno para el pueblo y no para los banqueros.
La concentración se desarrollaba pese a la prohibición anunciada poco antes por la Junta Electoral de Madrid. Tal prohibición me parece una tropelía. La libertad de expresión y manifestación, siempre y cuando se haga pacíficamente, como es el caso de Sol, es un valor constitucional que está por encima de cualquier reglamentación burocrática electoral. En Estados Unidos, por ejemplo, no hay la chorrada esa de la jornada de reflexión. Incluso en Election Day hay propaganda y manifestaciones.
Este movimiento no va de PP o PSOE, no va de politiquerías, partidismo y tal o cual cita electoral. No va a ras del suelo. Y creo que hay Sol para rato.
Esta protesta obedece a razones objetivas.
1.- La ira creciente contra el desvergonzado dominio del mundo que exhibe el capitalismo financiero, que obliga a las clases populares y medias a pagar su propia crisis. En el caso español, ejemplos recientes son los recortes sociales promovidos por Zapatero, que Telefónica se plantee despidos masivos a la par que obtiene grandes beneficios y reparte bonus millonarios a sus directivos, que ni el PSOE ni el PP quieran aprobar con urgencia una ley estableciendo que con la entrega del piso -dación- se cancela la hipoteca en caso de impago. Una parte creciente de la ciudadanía está llegando a la convicción de que la clase política no trabaja para ella sino para la banca y las grandes empresas. Eso sólo puede provocar populismo infecto o sana rebelión. Yo prefiero lo segundo.
2.- La rendición de la socialdemocracia oficial a la idea de que no hay políticas económicas alternativas a las dictadas por los «mercados».
3.- El agotamiento del modelo de la Transición. Lo siento por aquellos que la sacralizan porque fue la obra de su juventud, pero el edificio democrático construido en la Transición necesita una reforma urgente, tiene grietas por todas partes: bipartidismo asfixiante, sistema electoral inicuo, justicia ineficaz y poco igualitaria, instituciones inútiles, burocracia tremebunda, corrupción municipal…
Hay razones para rebelarse. En España y en Europa podemos vivir nuestra propia «primavera árabe», ¿por qué no? Por otras causas y con otros objetivos, sin duda, pero con formas de movilización, como estamos viendo en Sol, semejantes a las de Túnez y Egipto.
Como dijo Jefferson, «una rebelión de vez en cuando es una buena cosa»·