Irene Lozano propone en la Cuarta Página de “El País” una lúcida e inteligente reflexión a los verdaderos liberales (si es que todavía existen): la principal amenaza para la libertad y la autonomía del individuo no procede hoy en Occidente de unos Estados crecientemente debilitados sino de esas fuerzas fantasmagóricas que actúan a escala global sin el menor control ciudadano y que se ha dado en llamar “los mercados”. A fuerza de exaltar el dinero fácil y minar el Estado democrático, el neoliberalismo, ese bastardo del buen viejo liberalismo, se ha convertido en la partera de un nuevo despotismo: el del capital financiero internacional.
El problema es que no está claro que existan demasiados verdaderos liberales en los actuales partidos de derechas. O al menos, en la mayoría de ellos (pienso, por ejemplo, en los republicanos estadounidenses, el berlusconismo italiano o el PP español). Que Esperanza Aguirre, tan autoritaria en lo moral y político como partidaria en lo económico de la entrega de lo público a intereses privados, se califique de “liberal” es un sarcasmo.
Las reflexiones de Irene Lozano coinciden con las que se hacía Tony Judt al final de su vida cuando instaba a la izquierda laborista, socialdemócrata y liberal de Estados Unidos y Europa a convertir la reactivación del papel del Estado en defensa de la gente en su principal oferta ideológica y política. Judt escribió: “En un mundo cada vez más polarizado entre individuos aislados e inseguros y fuerzas globales no reguladas, la autoridad legítima del Estado democrático puede ser la mejor institución intermedia concebible”.
Los verdaderos liberales, incluso los verdaderos libertarios, deben hoy combatir por un Estado que regule y controle las fuerzas del despotismo global y provea de servicios públicos eficaces al común de los ciudadanos.
No creo que sea muy arriesgado decir que estas ideas animan a los movimientos que, como el del 15-M, están exigiendo en las calles de España y otros países una profunda mejora de nuestra democracia y políticas economicas alternativas a las dictadas en función de la ideología y los intereses de «los mercados».