Y van tres dictadores caídos.
Con Gadafi, el movimiento árabe por la libertad y la dignidad se ha cobrado su tercera pieza de caza mayor.
El tunecino Ben Ali se escapó a Arabia Saudí con las maletas llenas; el egipcio Mubarak fue detenido y está siendo juzgado; el libio Gadafi, fiel a su personaje, acaba de ser abatido en el último foco de su resistencia armada a la rebelión popular. ¿Quién dijo que la primavera árabe estaba acabada? En menos de un año ya ha conseguido derrocar a los tres principales tiranos del norte de África, ha situado al clan sirio de los Asad y al yemení Saleh en la posición de fieras acorraladas y ha impulsado un proceso de reformas democráticas en Marruecos. Es un balance espectacularmente positivo.
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