Lo malo de los juegos de guerra es que a cualquiera se le puede escapar un tiro y entonces se lía la de San Quintín. Resulta, pues, muy alarmante que Estados Unidos e Israel, en un rincón del cuadrilátero, e Irán, en el otro, libren ya una feroz guerra secreta (espionaje, atentados y asesinatos) a cuenta del programa nuclear del régimen de los ayatolás, galleen en el embudo de Ormuz y vayan subiendo el volumen de sus tambores de guerra. Pueden ir de farol, pero juegan con fuego. Y en una de las zonas más inflamables del planeta.
(…) El régimen iraní es hoy más débil que en ningún otro momento de sus tres décadas de historia. Lo inteligente es adoptar una estrategia que acelere su agonía, no una que le regale oxígeno suplementario.
(…) Lo cabal sería plantear la cuestión de otro modo. ¿Y si, en vez de lanzar una acción militar que termine prestigiando a nivel interno y regional al régimen jomeinista, las democracias apuestan por un verdadero compromiso con la extensión de las libertades y los derechos en el mundo árabe y en el propio Irán? ¿Y si apoyan de veras la democratización de Egipto, la caída de la tiranía siria de los Asad y el nacimiento de un Estado palestino? ¿Dónde está escrito que a la primavera árabe no puede seguirle una primavera persa?