En Napoléon le Petit, el panfleto contra Napoleón III (1808-1873) que escribió desde el exilio, Victor Hugo hace el descarnado retrato de un político que se cree un titán y tan solo es ambicioso, que se proclama demócrata y gobierna autoritariamente, que desprecia a los intelectuales y los periodistas y cultiva la opereta y el populismo, que sacraliza la seguridad y termina provocando el caos.
Jean-Luc Mélenchon, el tribuno que consiguió para el Front de Gauche 4 millones de votos (11,11%) en la primera vuelta, ha citado mucho a Victor Hugo en la actual campaña presidencial francesa, como observó Robert Zaretsky el pasado 19 de abril en un delicioso artículo en The New York Times. Muy en particular, lo ha hecho al referirse a Sarkozy. Salvando todas las distancias de rigor, las semejanzas entre el actual presidente francés y Napoléon le Petit son sugestivas.
(…) Pues bien, Sarkozy puede ser derrotado este domingo 6 de mayo por François Hollande. Sería no solo el primer triunfo en Europa en mucho tiempo de la socialdemocracia frente a la derecha neocon y neoliberal, y de las ideas de crecimiento económico y mantenimiento del Estado de bienestar frente a las de austeridad presupuestaria y desmantelamiento de lo público. También supondría un impresionante fracaso personal de Sarko le Petit. Se confirmaría que sus marrullerías, su permanente estado de excitación, su pasión obscena por los ricos y famosos, su agresividad y su demagogia lo han hecho insoportable para decenas de millones de franceses.
Lo más amargo para Sarkozy es que, ante la mayoría de sus compatriotas, ni tan siquiera ha triunfado en aquello de lo que más se ha pavoneado: la seguridad ciudadana. Los franceses no se sienten hoy más seguros que hace diez años, el tiempo que Sarkozy lleva en el poder como ministro del Interior o presidente de la V República.
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