Publicado en Babelia, edición impresa de El País, el 4 de agosto de 2012
Sudáfrica en blanco y negro
Javier Valenzuela
Cuando muera Nelson Mandela, una gran pena ahogará el planeta. Pero de momento, y toquemos madera, Mandiba, que es como le conocen los suyos, está bastante bien para los 94 años de edad que acaba de cumplir. Envejece como había soñado: como uno de esos árboles centenarios de África.
Sudáfrica tampoco va tan mal como cabía temer dadas las fracturas étnicas, culturales y económicas que heredó del apartheid. Ante todo, y como deseaba Mandela, no se ha producido una guerra racial. Además, su economía es vigorosa y las desigualdades se van mitigando. Por supuesto, no todo es de color de rosa: muchos negros siguen viviendo en la pobreza, la criminalidad es alta y la corrupción infecta la vida pública.
Su talento para contar todo esto en thrillers electrizantes ha convertido a Deon Meyer en uno de los grandes narradores de la nueva Sudáfrica. Nacido en 1958, Meyer escribe en afrikáans, la lengua de los blancos de origen holandés que constituían el grupo dominante con el apartheid, pero no es, en absoluto, un nostálgico de los viejos tiempos racistas. «El sueño de Mandela sigue vivo», declaró en febrero a Le Nouvel Observateur . Se refería al de una nación arco iris donde blancos, negros, indios y mestizos convivan en democracia.
Meyer pertenece a esa generación actual de novelistas policiacos que están relatando sus países mejor que nadie, la del chino Quiu Xialong, el griego Petros Márkaris, el cubano Leonardo Padura, el argelino Yasmina Jadra, el mexicano Bernardo Fernández, el sueco Stieg Larsson, el italiano Andrea Camilleri y tantos otros. Como dice el galés Matt Beynon Rees, ex reportero y creador del primer detective palestino de la historia, el profesor Omar Yusef, «el thriller está hoy más cerca de la realidad que el periodismo».
En España, RBA tiene publicadas dos buenas novelas de Meyer, El corazón del cazador y El pico del diablo, ambas protagonizadas por el guerrero xhosa Thobela Mpayipheli. Las andanzas justicieras de Thobela suponen un trepidante recorrido en moto de gran cilindrada por la vibrante y compleja Sudáfrica posapartheid. Thobela es más duro que el pedernal, pero, como manda el canon, tiene su corazón. Véase, por ejemplo, lo que espera al final de El pico del diablo: «Entre los árboles, en el corral de los caballos, Carla estaba junto a un gran rucio. Se apoyaba en la magnífica bestia, el rostro en la crin del animal, la mano acariciándole suavemente el largo hocico. Se apeó del coche y fue hasta la cerca. Sólo tenía ojos para ella y una ternura que podía abrumarle. Su hija».
RBA sacará en septiembre una nueva novela de Meyer: Safari sangriento. Es la antepenúltima obra del sudafricano y la protagoniza Lemmer, un violento guardaespaldas que acepta el encargo de descubrir si alguien desaparecido hace muchos años puede seguir vivo y haberse convertido en un asesino. Auténtica basura blanca en la nación del arco iris, el personaje Lemmer reaparece en Trackers, la última entrega de Meyer. Ignoro si, cuando sea publicada en castellano, el título de esta novela será una traducción directa del inglés, o sea, Rastreadores, pero puedo decir que Meyer se ha esforzado aquí por un tour de force argumental y estilístico comparable al de Don Winslow en El poder del perro.
Trackers es un rompecabezas de historias entrelazadas: el rescate de dos rinocerontes, una movida de tráfico de diamantes, una conspiración yihadista, la desaparición de un ejecutivo, una lucha de clanes criminales en Ciudad del Cabo y la reorganización de los servicios secretos sudafricanos. Ni más ni menos. Para resolverlo, Meyer usa a tres protagonistas distintos: Lemmer, Milla Strachan y Matt Joubert.
Como su país, los tres están intentando emprender nuevas vidas: Lemmer, el guardaespaldas brutal, se ha refugiado en una granja («no buscó líos, los líos me buscan»); Milla renuncia a su vocación periodística («¿periodismo?, ¡olvídalo!») y comienza a trabajar en los servicios secretos; Joubert deja la Policía y quiere ser detective privado («así que abre tu propia agencia. Eres un detective. Eso es lo que eres. Hazlo para ti»).
Estos tres protagonistas positivos son blancos y cabe añadir que entre los villanos de Trackers hay unos cuantos negros. Meyer, que, en la línea de Mandela, propugna una identidad colectiva multirracial, cree que Sudáfrica ya puede permitirse lo que aún era «políticamente incorrecto» hace poco. Saludable, sí señor.
-Javier Valenzuela, periodista, es autor del blog Crónica Negra en elpais.com. blogs.elpais.com/cronica-negra/.
-Trackers. Deon Meyer. Hodder & Stoughton, 2011. Safari sangriento. Deon Meyer. RBA lo publicará el próximo septiembre.
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