Hay un truco útil para saber cuándo el pragmatismo empieza a ser indefendible, cuándo es tan solo mera aceptación resignada de una situación anacrónica, injusta o disparatada. Consiste en preguntarse: ¿cómo puedo explicárselo a mis hijos? Ahora tenemos en España un ejemplo paradigmático: ¿cómo puede un español de mi generación explicarle a hijos de entre 18 y 25 años de edad que en las próximas elecciones legislativas van a tener que escoger entre Rajoy y Rubalcaba? Máxime si esos hijos simpatizan con el movimiento de regeneración democrática del 15-M.
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