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Rajoy, en la lona / Zapatero / Rajoy / Debate Estado de la Nación 2007

 

Sorprendiendo a propios y extraños, Zapatero exhibió en la primera jornada del Debate sobre el Estado de la Nación un vigor, una combatividad y una concentración como hacía tiempo que un político no exhibía en la Carrera de San Jerónimo. Cuando tantos le imaginaban desmoralizado, el presidente del Gobierno salió al ring parlamentario como un púgil no ya sólo en plena forma, sino con ganas, con muchas ganas de librar y de ganar el combate. No se descuidó un segundo y exhibió una variada panoplia de golpes ofensivos y defensivos, algunos de ellos muy brillantes. El resultado fue que Rajoy recibió el castigo de su vida y se derrumbó en la lona. Noqueado.

 

Mediada la tarde, el alborozo en las filas progresistas era notorio. ZP acababa de revalidar su liderazgo de ún modo enérgico. En cambio, la desolación era total en las filas conservadoras.


Mucho trabajo les va a costar a los muchos medios de comunicación afines al PP maquillar la realidad surgida de este debate: Rajoy está acabado y la batalla por su sucesión, manifiestamente abierta. El propio Zapatero lo subrayó en un par de ocasiones al señalar con ironía que la lista de candidatos a la dirección del PP no cesa de aumentar cada día. A Gallardón y Esperanza Aguirre acaba de sumársele el mismísimo Rodrigo Rato, por no hablar de los tapados


Puede que Zapatero sea demasiado optimista, que su fuerte no sea la organización y el trabajo en equipo y que su política de comunicación no esté, ni mucho menos, a la altura de estos tiempos tan bien descritos por George Lakoff en su «No pienses en un elefante». Pero el leonés es, ante todo, un político de raza y ayer demostró que no está dispuesto a regalarle al PP las próximas elecciones.


Zapatero comenzó presentando un balance razonable de su gobierno. La España que describió –de creación de empleo, ampliación de los derechos civiles y sociales, prestigio en Europa y el mundo, dinamismo individual y colectivo- está mucho más cercana a la realidad que esa España triste, desgarrada y apocalíptica que pinta Rajoy. No es que los españoles no tengamos problemas, que los tenemos –el precio de la vivienda, los tipos de interés, la doble amenaza terrorista, la urbanización salvaje de costas y montañas…-, pero éstos no son la ruptura de España y la rendición ante ETA de las que habla hasta el hastío el registrador de la propiedad.

 

Pero el presidente no se quedó en eso. Dando la sorpresa de la jornada, también hizo -y ya era hora- un balance crítico de la oposición practicada por Rajoy en los últimos tres años y pico. Han sido años de siempre negativo, nunca positivo. Años de no presentar una sola alternativa concreta, pero sí alentar todo tipo de teorías conspirativas antisistema. Años de crispación, de manifestaciones callejeras, de profecías apocalípticas, de demagogia ultraderechista, de desprestigio de las instituciones, de deslealtada en la lucha contra el terrorismo, de zancadillas a la política exterior, de ausencia del menor sentido del Estado.

Zapatero puso el dedo en la llaga cuando observó que Rajoy ha tenido la oportunidad de imprimirle al PP esa supuesta marca suya de centrismo, diálogo y moderación, pero ha fracasado espectacularmente. En los últimos tres años, el registrador de la propiedad ha emergido como un ser ultra, faltón y agorero. Ayer se desnudó por completo al esgrimir como su gran argumento para el Debate sobre el Estado de la Nación la exigencia de que ¡el Gobierno difunda unas presuntas actas de conversaciones con ETA!

Quizá esa sea una buena causa para un tabloide sensacionalista, pero, como me observó un diputado del PP, una exigencia semejante le supondría a Rajoy la inmediata expulsión del Partido Conservador británico. ¿Desde cuándo un señor de derechas, un señor partidario de la ley y el orden, puede pedirle al Gobierno de su nación la desclasificación de unos supuestos document_2010-02-28os relativos a la lucha contra el terrorismo de absoluta actualidad?

 

Aunque ya no podemos extrañarnos de nada. Rajoy, como acaba de denunciar en «El País» el ex diputado del PP Joaquín Calomarde, le da más credibilidad al periódico proetarra «Gara» que al Gobierno democráticamente elegido por la nación española. Prefiere la derecha de los gemelos polacos a la de Merkel y Sarkozy. Y cuando los españoles sentimos dolor, orgullo y gratitud por nuestros soldados caídos en Líbano, él hace carroñerismo politiquero con sus muertes. ¿Cómo se puede ser líder de un partido conservador y no respetar ni la Polícia, ni la Guardia Civil, ni la Justicia, ni las Fuerzas Armadas? ¿Es que ese señor sólo vibra con nuestra bandera en las manifestaciones ultraderechistas?

Rajoy quedó ayer desnudo, insisto. Es la Carabina de Ambrosio de la derecha española, una marioneta rota cuyos hilos manejan a placer los Pedro J., Federico Jiménez Losantos, Aznar, Zaplana y compañía. Resultó patético cuando, cual petimetre corriendo lloroso hacia su mamá, tildó de «tabernario» a Zapatero por ponerle en su sitio. ¿Cómo puede ser tan frágil este señor, él, precisamente él, que ha utilizado contra el presidente del Gobierno de su país todo tipo de insultos personales e infamias políticas? ¡Menuda mandíbula de cristal!

Ya por la mañana, en el primer round, ZP le asestó golpes efectivos. El primero, su combatividad, que desmentía, como�señalé,la imagen de un presidente apabullado. El segundo, la concesión a las familias españolas de 2.500 euros por cada nuevo hijo, que, sí, es una medida electoralista, de esas, precisamente, que los ciudadanos piden a sus políticos.�Y el tercero, la rapidez de reflejos con que, desde la tribuna del Congreso, vio cómo Rajoy torcía el gesto por lo de los 2.500 euros y le reprochó que, siendo el PP, como dice ser, un partido natalista y partidario de la familia no aplaudiera.

 

Zaplana, que no es tonto, se dio cuenta enseguida del daño causado al PP por la intervención presidencial mañanera. Y su declaración de que ZP había actuado como si estuviera en «mitin de polideportivo» fue toda una confesión. Suponía reconocer que el presidente se había dirigido a los ciudadanos –y no a la clase política y mediática madrileña- y con temas que interesan a los ciudadanos –aunque quizá no a los tertulianos y columnistas de algunos medios madrileños-

Rajoy respondió por la tarde con su habitual discurso cenizo y monotemático –ETA raca-raca-raca…-, ofreciendo a Zapatero la oportunidad de tumbarle en la lona. Muchos pensábamos que no lo iba a hacer, que el presidente se iba a dejar llevar otra vez por el buenismo… y ahí es donde nos equivocamos. ZP tenía su gran día pugilístico y golpeó duro una y otra vez. Entre otras cosas, si a la derecha no le quedó claro que ya no hay el menor diálogo con ETA y que el Gobierno está siendo «implacable» con los terroristas y sus amigos (en el trullo están De Juana y Otegui, entre otros cientos de terroristas o apologistas del terrorismo), es que necesita con urgencia un sonotone.

 

Nos vamos a ir de vacaciones con la clara impresión de España tiene un Gobierno -mejorable pero Gobierno- y un presidente de la estirpe Comeback Kid de Bill Clinton. También con la seguridad de que España no tiene la oposición que se merece.

Por su propio bien y por el de toda la nación, el PP debería celebrar un congreso urgente (¿para qué esperar a que Rajoy vuelva a estrellarse, tiene la palabra Perdedor grabada en su frente?) y dar paso a Rodrigo Rato, Gallardón o el que sea. Un congreso para girar al centro, recuperar el sentido del Estado, convertirse al europeismo�y presentar una alternativa constructiva a los ciudadanos españoles.

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