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Irak , nuevo faro para las brigadas islamistas

ANÁLISIS/IRAK

IRAK, NUEVO FARO PARA LAS BRIGADAS ISLAMISTAS

JAVIER VALENZUELA, EL PAÍS / MADRID / 31 Agosto 2003

Cuatro meses después de que un George W. Bush disfrazado de piloto de combate proclamara el fin de la guerra, la resistencia a la ocupación de Irak se está convirtiendo en un imán para numerosos árabes y musulmanes de ideas nacionalistas o islamistas. Paul Bremer, el procónsul norteamericano en Irak, lleva días desgañitándose contra la «infiltración de terroristas» desde países vecinos. «Es una de las muy previsibles y anunciadas consecuencias de la aventura emprendida por Bush», señala el analista egipcio Diaa Rachwan. «En realidad la guerra no ha terminado para muchos iraquíes y para muchos árabes y musulmanes, que creen que sólo culminará con la salida, voluntaria o forzada, del ocupante».

En su confidencial en Internet, Joseph Farah, un periodista norteamericano de origen árabe y posiciones próximas al Gobierno de Bush, ha bautizado como Iraquifada lo que él define como «la guerra de guerrillas librada contra las fuerzas lideradas por EE UU tras la caída del régimen de Sadam». Citando fuentes de los servicios secretos turcos, egipcios, israelíes e indios, Farah afirma que «muchos radicales musulmanes están intentando llegar a Irak». Y asegura que «un espíritu semejante prevaleció en el mundo islámico durante la guerra de los afganos contra los soviéticos».

Washington confirma lo primero -Bremer habla del «regreso de cientos de militantes islamistas» a Irak-, pero se niega a comparar su ocupación de Irak con la de Afganistán por los soviéticos. Algunos círculos políticos, de información y militares de EE UU se felicitan incluso por la concentración en Irak de yihadistas o luchadores de la guerra santa, puesto que así, auguran, la superpotencia librará en ese país, y no en su territorio, las próximas batallas de lo que llaman «Guerra contra el Terror».

En los cafés, las oficinas y los hogares del mundo árabe y musulmán, al igual que en los medios de comunicación escritos, audiovisuales y cibernéticos, es mayoritaria la simpatía con las acciones guerrilleras, e incluso los atentados suicidas, de que son víctimas las tropas norteamericanas y sus aliados. «La resistencia en Irak es una pequeña luz en la oscuridad que hoy sufre el mundo árabe», proclama Al Quds Al Arabi, un diario publicado en Londres. Sin embargo, no hay abiertas oficinas de reclutamiento de brigadas internacionales en ninguna ciudad árabe y musulmana. No sólo los regímenes aliados de Washington, como el jordano, el egipcio o el saudí, sino incluso los hostiles, como el sirio y el iraní, le tienen mucho miedo al imperio.

«Aunque la mayoría de los muyahidin que están protagonizando ataques contra los soldados norteamericanos y británicos son iraquíes, organizados en el ámbito local, ya hay árabes y asiáticos luchando en Irak», acaba de declarar Yaser al Sirri, director del londinense Centro de Observación Islámico, al semanario egipcio Middle East Times. Son, en su mayoría, sirios, egipcios, yemeníes y saudíes, aunque también los hay paquistaníes, afganos e indonesios. Con o sin el beneplácito de las autoridades, entran en la antigua Mesopotamia desde Siria, Irán y Arabia Saudí. Y, según Muhamad Salah, jefe de la delegación en El Cairo del diario londinense Al Hayat, «están deseosos de convertir Irak en un nuevo Vietnam o un nuevo Afganistán para los norteamericanos».

Por el momento, los ataques en el interior de Irak y el apoyo humano y material que reciben desde el exterior parecen espontáneos y no demasiado coordinados, afirman los expertos consultados por este diario. Aunque también subrayan que la Iraquifada no se limita, en absoluto, a gente relacionada con el depuesto régimen baazista de Sadam. Por su apoyo a Israel, su presencia militar en Oriente Próximo y sus campañas en Afganistán e Irak, EE UU cuenta con un amplio espectro de enemigos en la zona. El pasado invierno, Diaa Rachwan auguró que la política de Bush generaría una «alianza táctica», en Irak y fuera de Irak, entre los «radicales del nacionalismo laico árabe y los movimientos islamistas de todo el mundo musulmán». Ahora cree confirmada esa predicción.

El atentado contra la ONU en Bagdad, en el que Rachwan ve el espíritu, si no la mano de Osama Bin Laden, no despertó excesiva indignación en el mundo árabe y musulmán, donde la imagen de este organismo está por los suelos. Como ha declarado a Los Angeles Times el diplomático jordano Hassan Abu Nimah, millones de personas desde el Atlántico al Índico desdeñan a la ONU por su incapacidad para impedir la guerra de Irak y para detener la política israelí de represión. «En estos momentos», afirma la arabista española Gema Martín Muñoz, «los árabes y musulmanes ven más claro que nunca la identidad de objetivos y de métodos, incluidos entre los últimos la guerra preventiva y la ocupación de territorios ajenos, entre EE UU e Israel, y también la impotencia de la ONU, Rusia, la UE y sus propios regímenes».

Según la autora de Iraq, un fracaso de Occidente, «el imperio estadounidense se ha inventado un casus belli para invadir Irak y establecer en un país clave de Oriente Próximo un régimen que le sea vasallo y no plantee el menor problema ante la ocupación israelí de los territorios palestinos». Pero los norteamericanos «se enfrentan ya a los primeros síntomas de la lógica resistencia nacional a una empresa tan descaradamente colonial». A Martín Muñoz no le extraña que grupos laicos de ideas nacionalistas o izquierdistas empleen en Irak el método del terrorista kamikaze usualmente asociado con los islamistas. «Los sentimientos de humillación, de frustración y de desesperación ante lo que lleva décadas ocurriendo en Palestina y ante lo que ocurre ahora en Irak», dice, «alcanzan a todos los sectores políticos del mundo árabe, ya sean laicos o religiosos, ya sean liberales, socialdemócratas, ex comunistas o islamistas».

Los analistas consultados por este diario coinciden en que todo lo ocurrido desde la toma de Bagdad confirma las advertencias de aquellos que, en el mundo árabe y fuera de él, se pronunciaron el pasado invierno contra el belicismo de Bush, Tony Blair y José María Aznar. En Oriente Próximo hay más inestabilidad y más violencia que nunca, y tanto la paz entre israelíes y palestinos como la llegada de las libertades al mundo árabe siguen siendo un sueño lejano.

La Hoja de Ruta chorrea sangre y, pese a las declaraciones retóricas de algunos líderes, como los de Egipto, Arabia Saudí y Siria, ningún régimen árabe ha emprendido serias reformas democráticas. Entretanto, la Iraquifada puede convertirse en una espantosa combinación de los conflictos de Afganistán y Palestina.

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