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Al Yazira, conexión con la guerra

JAVIER VALENZUELA, El País Semanal, 6/04/2003

La invasión de Irak ha confirmado a Al Yazira como principal fuente de noticias del mundo musulmán. Pero este canal televisivo es mucho más: es hoy el principal vínculo entre 280 millones de árabes, su voz contra el doble rasero en Oriente Próximo y una revolución para la libertad de expresión.

Por Javier Valenzuela. Fotografía de Jordis Schlösser.

Sólo a fuerza de muchos garrotazos y mucho gas lacrimógeno, la policía egipcia logró disolver las manifestaciones populares que sacudieron El Cairo el viernes 21 de marzo. Ese día, Bagdad, que en sus días más gloriosos fue la capital del califato musulmán, estaba siendo ferozmente bombardeada por Estados Unidos, y a decenas de millones de árabes les ardían las tripas de tanto dolor, tanta humillación, tanta ira. Al Yazira fue la única cadena de televisión que cubrió en directo esas manifestaciones cairotas, y que la CNN tuviera que utilizar sus imágenes para informar de la reacción árabe a los bombardeos norteamericanos simbolizó lo mucho que han cambiado las cosas desde la guerra del Golfo del primer presidente Bush, la de 1991, hasta la del segundo Bush, la de esta primavera.


Hussein Abdul Ghani, el jefe de la delegación egipcia de Al Yazira, fue el periodista que cubrió las primeras protestas cairotas contra la guerra en Irak. Es un hombre de 44 años, rostro ovalado, cabello escaso y trato afable que viste traje, corbata y camisa de un blanco inmaculado. Sin la menor destemplanza, tan sólo para hacerse comprender bien, pone este ejemplo al periodista de EL PAÍS: «¿Se imagina usted cómo se sentirían los españoles si vieran en la televisión cómo Bush bombardea La Habana para deshacerse de Fidel Castro? Pues así se sienten los árabes cuando ven las llamas alzarse hacia el cielo de Bagdad. Si Estados Unidos duerme más tranquilo pensando que Al Yazira es la culpable de sus problemas en el mundo árabe, que así sea. Pero lo que causa tanto rencor contra Estados Unidos es su política en Oriente Próximo, su favoritismo hacia Israel y su dureza con los árabes. Es el doble rasero, no Al Yazira, lo que provoca esos sentimientos».


Antes de comenzar su segunda guerra contra el Irak de Sadam Husein, Washington sabía que la CNN no iba a tener esta vez el monopolio de la información televisiva en directo. Lo sabía y lo temía. En 1991, Peter Arnett, que entonces trabajaba para el canal fundado por Ted Turner, fue el único periodista en disponer en Bagdad del material necesario para transmitir vía satélite. En 2003, otros equipos televisivos tienen esos medios, y no sólo norteamericanos y occidentales. Al Yazira llegó a Bagdad con siete periodistas y 40 técnicos. Eso supone una gran diferencia en una batalla que Washington sabe crucial a medio y largo plazo, una batalla que continuará después de que se apague el espantoso fragor de los misiles y las bombas: la batalla por la opinión pública en el mundo árabe y musulmán.


¿Existe una opinión pública árabe? Sí, y Al Yazira ha sido capital en su génesis. Los árabes ignoran ahora sus televisiones nacionales, cuyos informativos son un mero contar las muchas reuniones e inauguraciones en las que participan sus respectivos presidentes, reyes, emires o jeques; las muchas felicitaciones que reciben de todas partes. Ahora las antenas parabólicas son una epidemia de hongos en los techos y balcones de las ciudades árabes, desde Casablanca hasta Bahrein, pasando por Argel, El Cairo, Beirut y Ammán. Florecen hasta en los suburbios más pobres. Cuestan entre 100 y 200 euros, y permiten acceder -gratuitamente en algunos casos, con piratería en muchos otros- a decenas de cadenas en todas las lenguas del planeta, incluido el árabe.


En la lengua del Corán, y desde el pequeño emirato de Qatar, emite Al Yazira, el canal de información continua vía satélite que se ha convertido en el imán que agrupa a los árabes, el equivalente a lo que hace cuatro décadas representaron las emisiones de la radio egipcia, con los discursos arabistas de Nasser y las lánguidas, interminables y maravillosas canciones de Um Kelsum. Desde los abarrotados hogares, las mugrientas oficinas, los vocingleros cafés, las abigarradas tiendas de los zocos de una veintena de países, más de 40 millones de árabes están siguiendo el nacimiento, desarrollo y consecuencias del conflicto de Irak a través de la cadena qatarí.


Al Yazira es lo más próximo que existe hoy a una umma o comunidad árabe. «El mundo árabe ha encontrado al fin una voz con la que expresarse y hacerse oír», escribe Amy Mowafi en la revista Enigma. En sus apenas seis años de existencia, esta cadena se ha convertido en la indiscutible principal fuente de noticias sobre el mundo árabe. Ya en los primeros días de la segunda guerra de un Bush contra Sadam, las agencias de prensa internacionales Associated Press, France Presse, Efe y Reuters citaban las primicias conseguidas por esta cadena. Informaciones sobre las primeras víctimas civiles iraquíes en el bombardeo de Al Doura, un barrio meridional de Bagdad; los primeros proyectiles caídos sobre Mosul; el primer ataque a Basora, y, el domingo 23 de marzo, las primeras bajas y los primeros prisioneros de las fuerzas anglosajonas. Las dos mejores cadenas occidentales de información, la británica BBC World y la estadounidense CNN, se veían obligadas a difundir con frecuencia imágenes con el logo «Al Yazira Exclusive». Y en las redacciones de algunos diarios europeos y norteamericanos se seguía el ejemplo del San Francisco Chronicle, que acababa de abonarse a Al Yazira y había contratado a un traductor de árabe. «Es una ventana al mundo exterior y la mejor ventana al mundo árabe», explicó Robert Rosenthal, director del diario californiano.


Rosenthal no fue el primero en emplear ese símil. El pasado año, el escritor egipcio Ahdaf Sueif dijo de Al Yazira: «Es la ventana a través de la cual respiro». Y es que para marroquíes, argelinos, egipcios, libaneses, palestinos, jordanos y habitantes de la península Arábiga, Al Yazira es más que una fuente de noticias: es el germen de toda una revolución, la de la libertad de expresión. «No creo que la democracia llegue a Oriente Próximo con los aviones, misiles, tanques y fusiles de Bush; sólo puede nacer desde dentro y a partir de fenómenos como Al Yazira», dice Sueif. Y es que, con la excepción del emir de Qatar, fundador y propietario de esta cadena, Al Yazira dirige dardos acerados contra los autócratas que rigen el mundo árabe.


Esos dirigentes responden identificándose a sí mismos con sus naciones, y así, Mubarak afirma que las noticias de la cadena sobre Egipto son «antiegipcias». Por su parte, la familia real de Kuwait ha vociferado por las informaciones sobre los sufrimientos que el embargo causaba al pueblo iraquí, tildándolos de «antikuwaitíes». Como represalia, Kuwait prohibió a Al Yazira tener un equipo en el emirato para cubrir la invasión norteamericana de Irak. Mohamed Jasim al Ali, director de la cadena, denunció con malicia: «Los kuwaitíes no han tenido, en cambio, el menor problema en abrir sus puertas a la televisión israelí». En cuanto a la familia real saudí, no esconde su odio a la cadena qatarí. De hecho, los saudíes son los promotores de Al Arabía, otro canal árabe de información continua nacido en vísperas de la guerra y que se presenta como «la alternativa serena» a Al Yazira.


El emir de Qatar, el jeque Hamad Bin Jalifa, recibe constantes presiones de Estados Unidos, Arabia Saudí y Kuwait para que le ponga una mordaza a Al Yazira. Hasta ahora los ha resistido con gran entereza. El jeque Hamad es un personaje curioso. Fundador y propietario de la cadena de televisión árabe más irreverente con Estados Unidos, donde se denuncia la guerra de Irak como injusta, innecesaria e imperialista, el jeque Hamad ha dado al Pentágono toda clase de facilidades para que instale en Qatar su cuartel general.


Al Yazira comenzó a emitir en otoño de 1996. El año anterior, el jeque Hamad, desafiando a Arabia Saudí, había destronado a su padre aprovechando que estaba de vacaciones en Europa. El jeque Hamad proclamó su intención de «modernizar» Qatar, una pequeña península del Golfo habitada por unas 600.000 almas, de las que sólo 100.000 son qataríes. Concedió a las mujeres el derecho de voto, convocó elecciones municipales y decidió crear una televisión vía satélite para todo el mundo árabe, unos 280 millones de personas. La suerte le acompañó. Por aquel entonces, Arabia Saudí rompió el acuerdo que tenía con la BBC para impulsar una cadena de noticias en árabe. Los británicos, según los saudíes, daban demasiada independencia a los profesionales.

Esa ruptura dejó a decenas de buenos periodistas árabes sin trabajo, los mejores, y con ellos el jeque Hamad alumbró Al Yazira.


En este canal se escuchan todos los acentos de la lengua del Corán. Sus periodistas proceden de Siria, Líbano, Irak, Egipto, Palestina, Jordania y Argelia, y en la mayoría de los casos trabajaban para los servicios radiofónicos y televisivos en árabe de la BBC. Su escuela profesional es impecable, y sus ideologías, variadas, aunque dominan los nacionalistas árabes y los islamistas. Esas dos corrientes, las principales en el mundo árabe desde la IIGuerra Mundial, son radicalmente opuestas. Encuentran, eso sí, un terreno común en el rechazo a la política estadounidense en Oriente Próximo.


El estilo dinámico, agresivo y hasta febril del canal qatarí debe mucho a la CNN. Un programa sobre Palestina es presentado con una sucesión relampagueante de imágenes: la mezquita del Domo de la Roca de Jerusalén, colonos israelíes bailando con sus fusiles, un soldado israelí disparando contra manifestantes palestinos, unos niños tirando piedras, un niño abatido, una mujer llorando, un chaval con una pancarta que condena el silencio de los Gobiernos árabes… Este ejemplo demuestra que los contenidos son bien diferentes a los de la CNN. La cadena fundada por Ted Turner revolucionó el mundo de la comunicación en 1991 al retransmitir en directo y vía satélite desde Bagdad. Pero entonces y hoy su punto de vista es norteamericano. Al Yazira se dio a conocer internacionalmente en 2001, cuando difundió los vídeos de Bin Laden y fue la única cadena de televisión que cubrió la guerra de Afganistán desde el lado de los talibanes. Su punto de vista es árabe y musulmán.


Bajo el lema «Al-rai w’al rai al-ajar» («La opinión y la otra opinión»), el canal árabe tiene un esquema de programación semejante al de la CNN. Hay informativos cada hora, interrupciones con los últimos acontecimientos, programas con noticias económicas desde Londres y Nueva York, espacios consagrados al fútbol y otros deportes, y una revista de prensa con primicias y editoriales de los mejores diarios del mundo. Pero Al Yazira, que se rige por los horarios de La Meca y Greenwich, consigue sus mayores audiencias con los talk shows, los programas de debates como Al itijah al moakis (La dirección opuesta), del sirio Faisal al Qasem.

 

Al Qasem es el más célebre y polémico de sus periodistas. Los martes por la noche, La dirección opuesta permite expresarse en directo al mayor abanico de opiniones árabes jamás reunido en un plató televisivo, desde el izquierdista laico hasta el islamista furibundo, pasando por el nacionalista árabe y el demócrata moderado y prooccidental. Gordezuelo y con gafas doradas, Al Qasem es el hijo de una familia de campesinos pobres que se ha hecho a sí mismo. Estudió literatura inglesa, se hizo periodista y trabajó para el servicio árabe de la BBC. Los Gobiernos de Estados Unidos, Israel, Arabia Saudí y Kuwait le odian porque en su programa se discute de asuntos tan «políticamente incorrectos» como las razones que generaron la apocalíptica yihad de Bin Laden, la presencia de tropas estadounidenses en la tierra de La Meca y Medina, la posibilidad de que Israel esté repitiendo con los palestinos lo que los nazis hicieron con los judíos y si los atentados contra Israel son «terrorismo o resistencia».


¿Antiamericanismo en Al Yazira? Sí, mucho, si por ello se entiende oposición a la política de Bush, y en sintonía con unos pueblos árabes muy escocidos por la benignidad cómplice de Washington ante las violaciones israelíes de las resoluciones de Naciones Unidas y de los derechos humanos de los palestinos. Aunque los occidentales identifican a Al Yazira con los vídeos de Bin Laden, las imágenes que más veces ha difundido la cadena no son las del caudillo de Al Qaeda, sino las de Mohamed al Durra, el palestino de 12 años que, el 31 de octubre de 2000, murió en Gaza alcanzado por los disparos de un soldado israelí cuando se refugiaba entre los brazos de su padre. «Esas imágenes», dice Hussein Abdul Ghani, «representan para los árabes la misma cima de horror que las de los atentados de las Torres Gemelas para los occidentales».


«Estados Unidos», protesta Al Qasem, «es increíble. Su raíz es la libertad de expresión, pero se queja cuando otros comienzan a ejercerla». El periodista sirio informa que el 90% de los espectadores que telefonean o envían mensajes a su programa es «favorable a acciones contra Estados Unidos». Eso, añade, va desde los que se limitan a boicotear los productos norteamericanos -por ejemplo, beber Meca-Cola en lugar de Coca-Cola- hasta los que aprueban las acciones violentas.


En relación al 11-S, la mayoría de los invitados de La dirección opuesta condena los atentados y acepta que su promotor fue Bin Laden, pero enseguida, como tantos árabes, comienza a poner reparos. Los árabes son grandes aficionados a las teorías conspirativas, aún más que los norteamericanos, y una de las más populares sobre el 11-S es la que se formula en la pregunta: ¿por qué ese día no fueron a trabajar a las Torres Gemelas unos 4.000 judíos? Ese rumor, falso e ignominioso, fue difundido en un debate en Al Yazira.


El canal qatarí ha sido muy criticado por emitir íntegros los comunicados de Bin Laden. Pero, como observa Peter Bergen en su biografía sobre el líder de Al Qaeda, cuando una vez retuvo uno de esos mensajes fue denostado por los profesionales occidentales. Hussein Abdul Ghani cuenta con una sonrisa: «Le pregunté a mi amigo el jefe de la oficina de la CNN en El Cairo qué es lo que hubiera hecho él en caso de recibir las cintas de Bin Laden, y me respondió: ‘Sin duda, habría intentado difundirlas». El periodista egipcio, que trabajó durante una década como reportero de la BBC en el Golfo, afirma que los profesionales árabes de su generación han adoptado «el estilo y las normas del periodismo occidental, pero no sus mensajes». Y se explica: «Queremos ser los primeros en dar noticias relevantes, bien contrastadas y con todos los puntos de vista posibles; pero, para nosotros, las noticias son muchas veces historias que no interesan a los occidentales». Sobre Al Yazira pesa, no obstante, la sombra de una posible excesiva proximidad entre algunos de sus reporteros y el líder de la yihad contra Estados Unidos. Ahmed Zeiun, corresponsal en Islamabad, acaba de publicar un libro en el que no oculta su admiración por el «jeque Osama». Otro caso polémico es el del periodista sirio Taisir Aluni, que se formó trabajando en España para Efe y está casado con una española. Aluni fue el Peter Arnett de Afganistán, el único periodista que cubrió esa guerra desde el lado de los que recibían las bombas, los talibanes. Pero fuentes policiales y judiciales le han vinculado con simpatizantes de Bin Laden en España. Muy dolido por esas filtraciones, Aluni, que ahora trabaja en la redacción en Qatar, no desea hablar con la prensa española.


En los modernos estudios de lacadena en Doha, la capital de Qatar, se ve a mujeres con o sin el hiyab (velo islámico). Lo mismo ocurre en la pantalla. Nadie obliga a las presentadoras y redactoras de Al Yazira a llevarlo, y la mayoría no lo lleva. Jadiya Benguenna, que presenta un telediario maquillada y con el cabello descubierto, pertenece a la estirpe valiente de las mujeres argelinas que sufrieron en la pasada década lo peor del delirio islamista. La popular Benguenna tuvo que dejar Argelia por las amenazas de muerte de los integristas, pero aun así distingue a los moderados de esta tendencia, «que no deberían ser perseguidos», de los violentos, «que son impresentables». A la periodista no le gusta hablar de sus tendencias políticas. No está de acuerdo con las de muchos de sus compañeros de cadena, pero comparte con todos ellos «una gran indignación por el destino de los palestinos». Y palestina es Yumana Namur, que conduce un programa político en el que da paso en directo a las llamadas de los espectadores, toda una revolución en el mundo mediático árabe. Namur sólo las corta si entran en los insultos personales.


Y es que Al Yazira está orgullosa de su libertad de expresión. «Durante décadas, los dictadores árabes nos han amordazado», declaró hace unas semanas Al Qassem a Le Nouvel Observateur. «No teníamos derecho ni a hablar del precio del pescado, y entonces llegó Al Yazira, como un meteorito en un estanque de aguas podridas». Pero el lenguaje de Al Yazira es muy discutible a veces. Para la cadena, cada palestino que muere a manos de los israelíes es un chahid, un mártir. Es una denominación impecable cuando se trata de civiles -niños y mujeres en muchos casos- muertos por los soldados de Ariel Sharon, pero inaceptable cuando alude a los kamikazes que se vengan matando civiles israelíes. También es muy sesgado que califique cada atentado contra Israel como «operación de comandos».


No obstante, la cadena qatarí ha dado grandes muestras de pluralismo. Rompiendo un tabú en el mundo televisivo árabe, ha entrevistado largamente y sin la menor censura a dirigentes israelíes como Ehud Barak y Simon Peres, y le ha ofrecido a Sharon dirigirse en directo a decenas de millones de árabes, sin éxito por el momento. Los líderes norteamericanos, por su parte, son habituales de sus pantallas, por donde han pasado Donald Rumsfeld, Colin Powell y Condoleezza Rice. En vísperas del comienzo del ataque a Irak, Al Yazira hizo unos extraordinarios duplex en Washington y Bagdad que permitieron a ciudadanos corrientes de ambas ciudades debatir en directo. Fue uno de los ejercicios televisivos más intensos de la larga fase de gestación del conflicto. Y al día siguiente del primer bombardeo sobre Bagdad, Condoleezza Rice se explicó largamente en el canal qatarí.


Fuentes del Gobierno de Bush lla-maron una vez a Al Yazira «la televisión de Osama». Como tantas otras cosas surgidas del actual Washington, fue una burda simplificación, y así lo ven los mejores periodistas norteamericanos. El 7 de marzo, en las vísperas del comienzo de las hostilidades en Irak, Tom Brokaw, responsable de los informativos de la cadena NBC, escribió en The New York Times: «Al Yazira refleja el punto de vista árabe, pero es más independiente que las viejas radios y televisiones controladas por los Gobiernos». Y añadió: «Los expertos en comunicación del Gobierno de Bush son conscientes del poder de Al Yazira».


Cuando preparaban su invasión de Irak, Bush y los suyos declararon que también querían «ganar la guerra de las ideas» en el mundo árabe y musulmán. Washington llegó a producir unos anuncios en los que musulmanes de Estados Unidos contaban lo felices que vivían en ese país. Fue un fracaso estrepitoso. Las cadenas árabes que pasaron los anuncios tuvieron que retirarlos ante el rechazo de sus audiencias.


Washington debería preguntarse seriamente por qué le odian tanto en el mundo árabe. Viendo Al Yazira podría encontrar un montón de respuestas.

Al Yazira en Internet ofrece textos en árabe e imágenes exclusivas: www.aljazeera.net.

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