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Sarajevo quiere un solo corazón / La mayoría de sus habitantes rechaza un nuevo muro de Berlín / Bosnia

Sarajevo quiere un solo corazón / La mayoría de los habitantes de la ciudad rechaza un nuevo muro de Berlín

JAVIER VALENZUELA, Sarajevo, Enviado Especial, El País, 31/10/1995

Desde la casita de sus suegros en la colina, donde éstos cultivan un huertecillo y crían unos cuantos conejos, preciados bienes en una ciudad sitiada desde abril de 1992, Amra Hajdarevic, especialista en informática en la Embajada sueca, señala el devastado Sarajevo que se extiende en el valle de abajo, alrededor del río. «Allí», dice mostrando el barrio Grbavica, «están los chetniks, y allí», indica la zona Nedzarici, «también. El resto es nuestro».

       Con la palabra chetniks Amra designa a los secesionistas serbios de Radovan Karadzic y Ratko MIadic; con «los otros» se refiere al Gobierno legal de Bosnia y a los musulmanes, serbios y croatas de Sarajevo que luchan para que siga siendo una ciudad unida y multicultural.A Amra, musulmana que nunca va a la mezquita, viste como una chica de Madrid, escucha música pop en Radio 99, la emisora independiente de Sarajevo, y está dispuesta a pagarle 50 marcos a un casco azul francés para festejar el cumpleaños de su marido con una botella de Burdeos, se le «partiría el corazón» si el proceso de paz culminara, consagrando la división de su ciudad. «No quiero un Sarajevo musulmán, quiero un Sarajevo donde musulmanes, católicos, ortodoxos y judíos vivan juntos bajo la ciudadanía bosnia», dice. Es éste un mensaje que el extranjero escucha una docena de veces al día.

         En la redacción de Oslobodenje, el diario que las bombas chetniks no pudieron silenciar, Mugdim Galijasevic, dice lo mismo: «Estados Unidos y la Unión Europea acabarían de cubrirse de vergüenza si aceptaran que aquí se levantara el nuevo muro de Berlín». Mugdim añade que no sólo es de temer el proclamado objetivo de Karadzic de dividir la ciudad -conseguido, de hecho, a base de sembrar la muerte-, sino el más sutil de los croatas de Bosnia de establecer barrios -«guetos» les llama Galijasevic- para cada comunidad.

       Alia lzetbegovic, el presidente bosnio, reitera que viajará a las conversaciones de paz de Ohio dispuesto a encontrar «salidas políticas» a la guerra, pero con unos cuantos principios irrenunciables, entre ellos la existencia de un Sarajevo unido y bajo el control del Gobierno legal de Bosnia. De los muchos y enormes quebraderos de cabeza de las negociaciones de Ohio, el de Sarajevo, según todas las fuentes occidentales en la capital bosnia, será el más complicado. «Sarajevo es al proceso de paz en los Balcanes lo mismo que Jerusalén al de Oriente Próximo», dice un diplomático de la bunkerizada embajada francesa de la calle Ferjadía.

       En su última visita a la ciudad, Richard Holbrooke; el mediador norteamericano, subrayó también la complejidad del caso, pero añadió: «No queremos que Sarajevo tenga el muro de Berlín de la era que sigue al final de la guerra fría».

      Para la mayoría de sus habitantes y para mucha gente en todo el planeta», dice la escritora norteamericana Susan Sontag, presente estos días en la ciudad, «Sarajevo se ha convertido en el símbolo martirizado del principal combate de nuestro tiempo: el que opone un proyecto de sociedad abierta, democrática y multicultural a otra cerrada, autoritaria y tribal». Los partidarios del segundo proyecto no han escatimado brutalidad: cerco y bombardeo de la población, destrucción con saña de las mezquitas, el museo y la biblioteca, expulsión, violación y asesinato de los musulmanes en los barrios bajo su dominio, secuestro de los cascos azules…

      En la actualidad, unas 250.000 personas, en su mayoría musulmanes al estilo bosnio, es decir, eslavos vitalistas con un leve barniz cultural musulmán, viven en el Sarajevo asediado y defendido por la Armija, el Ejército regular bosnio. Pero aún quedan allí serbios, croatas y judíos partidarios del secular modelo de convivencia tolerante de Sarajevo. En los barrios bajo el control de los cruzados de Karadzic y Mladic viven unos 70.000 serbios. Antes de la guerra, Sarajevo contaba con 525.000 habitantes, el 50% musulmanes, el 30% serbios, el 7% croatas y el resto de otras comunidades, entre ellos 1.400 judíos de origen sefardí o español. Sobre ese hermoso y delicado mosaico han caído toneladas de metralla, que han matado a más de 10.000 civiles.

      Pero Amra, Mugdim y tantos otros aún sueñan con reconstruirlo. Elizabeth Rehn, la nueva comisaría de la ONU para los Derechos Humanos en la antigua Yugoslavia, propone que se les conceda colectivamente el Premio Nobel de la Paz «por su lucha por el futuro».

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