ANÁLISIS/ LOS ACUERDOS VIRTUALES DE GINEBRA
JAVIER VALENZUELA, EL PAÍS, 2 DICIEMBRE 2003
En medio de las llamas, la sangre y las lágrimas, surgen a veces luces de esperanza. Cegados por la tragedia, no las solemos ver, pero están ahí. Por ejemplo, los Acuerdos de Ginebra, negociados y suscritos por un grupo de israelíes y palestinos de buena voluntad. Esos acuerdos no son un espejismo: son el oasis en que israelíes y palestinos podrían vivir en relativa paz y seguridad. Un oasis pequeño y distante, sin duda; pero un lugar hacia el que caminar. Lo ha dicho el escritor israelí Amos Oz: «La parte más dura en la negociación de la paz ya está hecha. Casi hasta el último detalle».
Al igual que ya ha hecho Kofi Annan, la Unión Europea debe expresar un rotundo apoyo a esta iniciativa. La paz en Oriente Próximo es un problema demasiado importante para los europeos como para dejarlo exclusivamente en manos de George W. Bush. Como ha demostrado la triste experiencia de la Hoja de Ruta, esa paz nunca se hará tan sólo con EE UU.
Quizá la política exterior europea que pudo nacer del rechazo a la aventura de Irak -y que abortó el servilismo ante EE UU de Aznar- tenga ahora otra oportunidad. Washington va a necesitar de lo que despectivamente tildó de vieja Europa para salir del avispero iraquí, y ésta debe tenderle una mano al aliado extraviado. A cambio, debe pedir voz y voto. En Irak y también en el conflicto israelo-palestino, que, como bien ha señalado Javier Solana en su documento sobre estrategia europea de seguridad, es el más viejo y enconado de todos los de Oriente Próximo y Medio, el combustible añadido a muchos otros y una de las causas del ascenso del terrorismo yihadista desde Marruecos a Indonesia, pasando por Turquía.Los europeos no pueden seguir limitándose a pagar los platos rotos.
Annan observa con razón que la política de pequeños pasos no lleva a ninguna parte en este conflicto. La Hoja de Ruta es como un automóvil que gira sin cesar en una rotonda sin saber cuál es la salida a tomar, la dirección que emprender, el objetivo a alcanzar. Los Acuerdos de Ginebra indican la salida, la dirección, el objetivo. Ahí están las soluciones -dolorosas para ambas partes- a problemas tan envenenados como los de la identidad judía de Israel, las fronteras de los dos Estados que se repartirían Tierra Santa, los refugiados palestinos, las colonias judías en Gaza y Cisjordania y hasta Jerusalén. Como dice Yasir Abed Rabbo, el líder de la delegación palestina que los negoció, «los Acuerdos de Ginebra son como la carne del hueso de la Hoja de Ruta».
El Viejo Continente debe subrayarlo con declaraciones explícitas que podrían incluir una gran zanahoria para israelíes y palestinos: su incorporación de uno u otro modo a la UE el día que hagan la paz.
© Diario EL PAÍS S.L. – Miguel Yuste 40 – 28037 Madrid [España] – Tel. 91 337 8200
© Prisacom S.A. – Ribera del Sena, S/N – Edificio APOT – Madrid [España] – Tel. 91 353 7900