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¿Cómo se lo explico a mis hijas? / Miguel Sebastián / Madrid / PSOE

 

Medio millón de madrileños votaron el pasado domingo a favor de la candidatura socialista al Ayuntamiento encabezada por Miguel Sebastián. Se dice pronto, pero es mucha, muchísima gente. Y esa gente se merece un respeto. Contra el viento y la marea conservadores que el domingo barrieron la capital de España, esos ciudadanos se tomaron la molestia de acudir a los colegios electorales para expresar su apoyo a una candidatura que de sobras sabían que era perdedora.

No me encuentro entre los que arrastraron por el fango a Miguel Sebastián cuando en la campaña electoral hizo preguntas que podían ser pertinentes; al contrario, defendí públicamente su derecho a formularlas. Le considero un hombre honesto, un economista brillante y un progresista que sabe que estamos en el siglo XXI y no en el XIX. Ignoro las razones personales y políticas que le han llevado a renunciar hoy a su escaño de concejal. Me cuentan amigos suyos que los aparatchiks del Partido Socialista de Madrid se negaban a que él liderara la oposición progresista a Gallardón en la nueva legislatura municipal y amenazaban con una rebelión en toda regla. Puede ser. No tengo la menor idea de lo que ocurre en esa jaula de grillos que parece ser la burocracia socialista madrileña.

Lo obvio es que la gente que votó el domingo a Miguel Sebastián no tiene la menor culpa de este carajal. Esa gente no obligó al ex director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno a meterse en política. Él lo hizo por voluntad propia. Y se supone que aquel que se mete en política tiene que apechugar con todas las consecuencias de su decisión, siendo una de ellas el ejercer de oposición durante una legislatura si no consigue la victoria. Que, por cierto, es lo que ha hecho Mariano Rajoy en la dirección del PP tras su derrota del 14-M.

Pero supongamos que Miguel Sebastián pretendía hacer esto último y ha arrojado la toalla porque los aparatchik se lo han impedido malamente. En este caso, el asunto es aún más grave, porque ya no estamos frente a un caso de depresión o incapacidad de asumir la derrota personal, sino frente a toda una muestra de falta de respeto a sus electores por parte de la cúpula dirigente del Partido Socialista de Madrid. Si esta cúpula admitió a Sebastián como cabeza de lista –por muy a regañadientes que fuera- fue para las uvas y para las maduras. ¿O es que también le hubieran negado el pan y la sal en el altísimamente improbable caso de que hubiera ganado a Gallardón?

¡Qué inmensa decepción para los jóvenes madrileños que el domingo votaron por primera vez en su vida y lo hicieron por una lista socialista encabezada por Sebastián! Acaban de recibir el mensaje de que su voto al que sale en los carteles no sirve para nada… o de que sirve según y cuando, sobre todo si se gana. Y qué amargura para el conjunto de los electores progresistas de Madrid que hace cuatro años vieron como a la izquierda se le escapaba la presidencia de la Comunidad por la traición de Tamayo y Sáenz -dos personas que figuraban, recordémoslo, en la lista del Partido Socialista de Madrid-  y que ahora ven como el candidato a la alcaldía propuesto por ese mismo Partido Socialista de Madrid arroja la toalla -o se ve obligado a arrojar la toalla- tras la derrota.

O sea, ¿cómo le explico yo a mis hijas adolescentes que Sebastián se va? No creo que les sirva eso de que los aparatchik del socialismo madrileño se rebelaban contra la idea de que Sebastián los liderara en su oposición a Gallardón, porque me preguntarán que por qué lo aceptaron en su momento como cabeza de lista. Y no creo que les sirva tampoco que les cuente que, de hecho, no lo aceptaron nunca y que les fue impuesto por ZP, porque lo que ellas vieron fueron carteles de Sebastián con las siglas del PSOE bien claritas y reportajes televisivos donde el candidato a la alcaldía se abrazaba con Simancas, Oscar Iglesias y compañía. Esas y otras explicaciones, por ajustadas que estén a la realidad, sólo conducirán a mis hijas a pensar que lo mejor es pasar de política. Porque, ¿cómo les explicó, además, que Simancas se queda, aunque diga que tan sólo temporalmente?

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