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Obama se suma a la Alianza de Civilizaciones

Supongo que incluso ahora, cuando Barack Obama se suma personalmente a la iniciativa, la derecha política y mediática española seguirá mofándose de la Alianza de Civilizaciones. Francamente, es una pena. Como acaba de señalarme un veterano colega, aunque fuera por patriotismo, nuestra derecha debería, como mínimo, mostrarse neutral en ese asunto. Al fin y al cabo, la Alianza de Civilizaciones es la iniciativa diplomática española de mayor éxito en nuestra reciente historia. La han suscrito decenas de países, la Asamblea General de Naciones Unidas y ahora el mismísimo presidente de ese Estados Unidos al que tanto dicen admirar nuestros derechistas (en realidad, todos sabemos que lo que admiraban eran el muy antiamericano nacional-fundamentalismo de Bush).

Lo he escrito aquí mismo varias veces: la Alianza de Civilizaciones es un proyecto estratégico, o sea, a largo plazo. Que nadie espere resultados en cuestión de meses, es una acción cuyo desarrollo y resultados se miden en lustros. Se sitúa en el terreno de lo político e ideológico, lo que los anglosajones llaman «the battle for hearts and minds» (la batalla por los corazones y los cerebros). Y es un complemento de la acción policial, no un sustituto como dicen los demagogos de nuestra derecha.

De lo que se trata es de que la comunidad internacional ofrezca a los árabes y musulmanes una alternativa humanista y democrática de alcance universal al fundamentalismo violento de los Bin Laden y compañía. Todas las civilizaciones que merecen ese nombre comparten una serie de elementos comunes que hay que poner de relieve a través de la educación, la comunicación y la acción política. Estamos hablando, básicamente, del respeto a los derechos humanos.

Por eso la iniciativa fue apadrinada desde el primer momento por Turquía, un país musulmán que camina por la senda de la democracia, los derechos humanos y la integración en Europa. Y por eso acaba de adoptarla Obama, un presidente que ha terminado con el ordeno y mando de Bush y quiere que el mundo vuelva a ver a Estados Unidos como una potencia amistosa, constructiva y progresista.

Hay que ser muy rácano para negarle a Zapatero la importante victoria diplomática que acaba de obtener con la decisión de Obama, y que se suma a la presencia de España en el G-20. Y hay que tener una visión muy corta para no darse cuenta de que lo cosechado por el presidente del Gobierno en materia internacional en este su segundo mandato es fruto de lo sembrado durante el primero: reconciliación con Francia, Alemania, América Latina y el Magreb, papel muy activo en Naciones Unidas, propuesta de Alianza de Civilizaciones, regreso de las tropas de Irak y negativa a arrodillarse ante Bush.

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