Egipto se suma a las protestas que en Túnez han conseguido derrocar al dictador Ben Ali y abrir un proceso de transición democrática. El caldo de cultivo es el mismo: autoritarismo, desempleo, corrupción, desequilibrio social y una juventud urbana informada y cabreada. Aunque va a resultar difícil que los demócratas egipcios consigan derrocar a Mubarak, Europa, que nos abochorna con su silencio ante lo que está ocurriendo en el norte de África, debe cambiar rapidamente su visión y su política para la zona. Mi primer análisis en elpais.com:
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