He sido muy crítico con las políticas económicas y sociales adoptadas por Zapatero en los últimos dos años. Y lo he sido desde el mismo punto de vista progresista con el que en 2004-2006 apoyé los primeros pasos del socialista leonés en La Moncloa, tanto decisiones de política internacional como la retirada de las tropas de Irak, la negativa a rendir pleitesía a Bush y la reconciliación con Europa, el Magreb y América Latina, como medidas de regeneración democrática como la ampliación de los derechos civiles, incluido el matrimonio gay, y la independencia de RTVE.
Hoy, sábado 2 de abril, he vuelto a ver al mejor Zapatero. Ya venía apuntando buenas maneras con su creciente compromiso con la revolución democrática árabe –viaje a Túnez, participación en la operación militar en Libia- pero hoy, al anunciar que no se presentará a un tercer mandato, nos hizo recordar a muchas las razones por las que ganó dos elecciones consecutivas con 11 millones de votos cada vez. Su anuncio ha sido tan digno y sereno como bien fundado –dos mandatos, o sea, ocho años, al frente del Gobierno son más que suficientes en una democracia contemporánea- y oportuno –no hay ninguna razón para que las elecciones municipales y autonómicas se conviertan en un plebiscito sobre Zapatero castigando injustamente a socialistas muy apreciados en sus ciudades y comunidades-.
Zapatero, además, se ha desmarcado rotundamente de Aznar y ha confirmado su mayor talante democrático. Nada de nombrar a dedo al sucesor. Ni por expresa indicación suya ni por votación a la búlgara en el Comité Federal de un aspirante considerado providencial e indiscutible. Nada de eso. Los socialistas celebrarán en el momento oportuno, tras las municipales y autonómicas, unas elecciones primarias. Reafirmarán así que su democracia interna es bastante superior a la practicada en el PP.
Tienen tiempo para discutir sobre nombres y, lo que debería ser más importante, sobre nuevas ideas. Todo el verano e incluso el comienzo del otoño. Las legislativas se celebrarán en 2012, una vez que Zapatero haya agotado por completo o casi por completo esta legislatura. Así que, a lo largo del otoño y del invierno, el sucesor dispondrá de unos cuantos meses para dar a conocer a los españoles sus propuestas.
Es posible imaginar por dónde pueden ir las líneas de las primarias:
1- Candidato únicamente para intentar salvar los muebles en 2012 versus candidato para todo el próximo ciclo político, para toda la segunda década del siglo XXI. Los socialistas tendrán que decidir si se arriesgan a que, en caso de perder los comicios de 2012, su líder quede repentinamente avejentado o siga siendo una alternativa para los años siguientes.
2- Candidato que asegure que no hay políticas económicas alternativas a las adoptadas últimamente por Zapatero versus candidato que crea que también en este terreno la socialdemocracia debe ser distinguible de la derecha. El gran error del zapaterismo ha sido pensar que podían hacerse políticas sociales progresistas sin hacer políticas económicas progresistas (reforma de los impuestos para que no paguen casi exclusivamente los asalariados, lucha contra el inmenso fraude fiscal, promoción de algún tipo de banca pública que facilite el crédito a asalariados, autónomos y pequeños y medianos empresarios…).
Liberado de la hipoteca de Zapatero, el PSOE puede contemplar una mejora de los resultados previstos para las próximas municipales y autonómicas. Si, además, gestiona bien las primarias, puede también conseguir que la batalla de las legislativas de 2012 sea más reñida de lo que ahora cabe prever. Y si acierta con el sucesor, puede imaginar que, incluso en el caso de derrota el año próximo, la travesía del desierto no será demasiado dura y prolongada.