Hace menos de un año, «La Vanguardia» publicó que, con el beneplácito de don Gabriel Díaz Ferrán, la CEOE había dado 1´9 millones de euros (más de 300 millones de pesetas), a su ex secretario general, Juan Jiménez Aguilar, en concepto de indemnización por despido. la noticia en La Vanguardia Si éste es el baremo de la «reforma laboral» que propone un día sí y otro también el señor Díaz Ferrán, yo me apunto.
Pero me temo que no. Las indemnizaciones millonarias por despido, al igual que los bonos, primas y sobresueldos varios, son sólo para los ejecutivos de la patronal, las grandes empresas y las entidades financieras. Para los demás, o sea, para los asalariados, lo suyo son contratos precarios, sueldos mileuristas, despidos gratuitos o baratísimos y soporte del mayor peso de la presión fiscal. A todo esto el señor Díaz Ferrán lo llama «reforma laboral».
Tienen razón los sindicatos: puestos a abrir debates, ¿por qué no hablamos de la reforma empresarial que necesita a gritos nuestro país? ¿Por qué la CEOE no se preocupa por liderar la transición desde un capitalismo español excesivamente especulativo a otro productivo? ¿Por qué esa organización no combate la filosofía del pelotazo, de la ganancia rápida y espectacular, que se imparte en nuestras escuelas de negocios? ¿Por qué no se suma al movimiento mundial –que no es de la Internacional Comunista, sino del G-20, de gente como Sarkozy, vamos- para poner coto a esos bonos que cobran los directivos de las empresas y los bancos tanto haya ganancias como pérdidas?
Al señor Díaz Ferrán –como a su colega el señor Quintás, que acaba de despacharse pidiendo elecciones anticipadas- se le nota mucho que le apasiona la política partidista y -ande yo caliente, ríase la gente- se la trae al pairo la reforma de la economía española.