Madrid se va cubriendo de un manto blanco en este primer domingo de febrero. Es la segunda nevada del año en la capital de España. Pero bajo la nieve, calando hasta los tuétanos esta sociedad, hay otra cosa: hay mugre. Los periódicos traen hoy nuevos detalles y análisis sobre los escándalos de espionaje y corrupción que nos afligen. Pobre Madrid: un poder caciquil se ha adueñado de esta comunidad, ha tejido tupidas redes clientelares y ha desarrollado una nueva ideología nacionalista, en este caso, el casticismo derechista y españolista, el equivalente aquí de lo que suponen PNV, CiU y Coalición Canaria en sus respectivas autonomías. Esas redes y esa ideología aseguran votos, en contra incluso de los intereses materiales de la gente. Qué más da que se deterioren la sanidad y la educación públicas, que se levanten campos de golf de pago allí donde debería haber parques públicos para los ancianos, los niños, las familias y los deportistas sin posibles, que se privatice el agua de todos, que suba el precio del transporte público, que se disparen los impuestos madrileños (¿no dicen ser ultraliberales estos tipos, no pregonan la bajada de la presión fiscal, o es que sólo deben reducirse los impuestos para los ricos?)… Ciega a muchos madrileños la ideología, de modo que para ellos lo importante es que la lideresa haga oposición al Gobierno progresista de Zapatero y a los nacionalismos periféricos, se convierta en caudillo del Santiago y Cierra España, facilite negocios, licencias, contratos, ayudas, subvenciones y puestos de trabajo a amigos y familiares, dé más circo que pan a las clases populares… Entretanto, ¿es que todos o casi todos espían desde la Puerta del Sol? ¿Es que todos o casi todos trincan? Es muy posible que esto termine en nada, como terminó el escándalo del tamayazo de 2003. Madrid se está acostumbrando a vivir con un nivel de mugre política cada vez más alto. Como Castellón. Como Marbella. Como Sicilia. Como Nápoles. Como Rusia. Como México…
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