Al principio, me sorprendió, como a tantos, la súbita conversión del Estados Unidos de Bush al socialismo. Pronto vino la aclaración: estamos hablando del socialismo de los ricos, una corriente que, en realidad, tiene una larga tradición y cuyo principal enunciado dice que los beneficios son privados y las pérdidas son públicas.
En el caso del plan de rescate del Tesoro estadounidense, posiblemente la mayor intervención de un Gobierno en la economía, la obscenidad es evidente. Muchos lo están señalando allí mismo (véase el artículo Experts See a Need for Punitive Action in Bailout, en el New York Times de hoy). «Algunos», puede leerse en el diario neoyorquino, «están horrorizados ante la perspectiva de soltar 700.000 millones de dólares del dinero de los contribuyentes. Otros están indignados por el hecho de que Wall Street, el lugar de los salarios de ocho dígitos, vaya a ser rescatado de las consecuencias de su metedura de pata inmobiliaria, mientras las familias trabajadoras pierden sus casas por no poder pagar las cuotas».
Estos elementos son los que también están subrayando los demócratas del Congreso en la actual fase de negociación entre el Ejecutivo y el Legislativo acerca del plan de rescate. ¿No hay ayudas públicas para los estadounidenses honrados que han perdido o pueden perder sus empleos y también sus hogares porque a Wall Street se le fue la olla en el gran juego de la especulación? ¿Se irán de rositas los directivos que metieron a las finanzas de Estados Unidos en tal berenjenal?
Y entretanto Bush se va a la Asamblea General de Naciones Unidas, no dice una sola palabra sobre la monstruosa crisis causada por su política (si es que a Irak, el Katrina y la desregulación se le puede llamar política) y se a pone a rajar sobre sus chaladuras: Siria, Irán…
http://www.nytimes.com/2008/09/23/business/23skeptics.html?_r=1&hp&oref=slogin