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Frente a la Cruzada de los obispos seguimos siendo una mayoría silenciosa / Iglesia y política / Integrismo

 

 

España tiene un problema de integrismo muy serio… y no es el representado por las mujeres musulmanas que, por una u otra razón, se empeñan en cubrirse el cabello. Eso es una minucia al lado del descaro y de la belicosidad con la que, una y otra vez, la muy poderosa jerarquía de la Iglesia Católica se inmiscuye en la política española. En pleno siglo XXI, cuando llevamos ya treinta años de democracia, los obispos españoles se empeñan en dictarnos cómo debe ser nuestra vida sexual y familiar, cómo debemos educar a nuestros hijos, a qué partido hemos de votar y cuál debe ser nuestro modelo de organización territorial (el centralista del Estado nacional-católico, por supuesto). Si el integrismo o fundamentalismo es la conversión de la religión en política (política totalitaria), lo de la Conferencia Episcopal española es comparable a lo de cualquiera de esos movimientos islamistas que tanto denostamos, y con razón, los demócratas occidentales.

 

En esta legislatura, la Conferencia Episcopal no ha cesado de pronunciarse sobre asuntos netamente políticos. Directamente, a través de sus líderes y portavoces, o indirectamente, a través de la COPE y de sus acólitos en el PP. Aún más, se ha manifestado en las calles en numerosas ocasiones cual si fuera un partido leninista en vísperas de la revolución. Para encontrar en nuestro tiempo una militancia clerical semejante hay que mirar al Irán de los últimos tiempos del Shah, cuando los ayatolás, con Jomeini a la cabeza, lideraban movilizaciones de masas. Pero también podemos encontrarla en la historia española, en el activo y crucial papel de la mayoría de la jerarquía católica en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, la Guerra Civil y la dictadura franquista. Por cierto, el próximo 1 de julio se cumplirán 70 años de la Carta Pastoral en la que los obispos españoles justificaban el llamado Alzamiento Nacional y lo elevaban al rango de Cruzada, esto es, una yihad católica.

 

Ahora los obispos están efectuando todo un llamamiento a un nuevo alzamiento  contra la implantación el próximo curso escolar de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Le niegan al Estado democrático su obligación de informar a nuestros hijos de asuntos como los derechos humanos, la protección del medio ambiente o la tolerancia respecto a los que son diferentes. Afirman que todo lo relacionado con la conciencia es patrimonio exclusivo de ellos. Se pasan por el forro de la sotana las decisiones del Parlamento libremente elegido por los españoles.

Vienen estos lodos de los polvos de laTransición. Algunos (sobre todo los periodistas y políticos que la protagonizaron) la sacralizan abusivamente, pero aquello fue lo que fue: un pacto útil e inteligente, sín duda, pero fruto de una determinada correlación de fuerzas, y ello dejó muchos flecos pendientes. Entre otros, el de la completa separación entre el Estado y la Iglesia Católica. España no es un país verdaderamente laico… y si no, que se lo pregunten a los protestantes, los judíos, los musulmanes, los budistas, los agnósticos y los ateos españoles, que se lo pregunten incluso a los católicos que disienten de la doctrina oficial de la jerarquía. Fue hasta divertido el que hace unos años se intentara montar un lío político y mediático cuando una chavala musulmana se empeñó en ir con el hiyab a un colegio madrileño… que resultó ser de monjas, todas ellas con los cabellos bien cubiertos con tocas, como dios manda.

 

Es alarmante que la mayoría de los españoles que no comulgamos con el integrismo político de la jerarquía católica no nos hayamos expresado clara y rotundamente a lo largo de esta legislatura. ¿Dónde han estado las manifestaciones a favor del matrimonio homosexual o de la eliminación del carácter obligatorio de la asignatura de Religión? ¿O las marchas de protesta contra la elevación del porcentaje del IRPF destinado a la Iglesia Católica? También en este frente, el Gobierno de Zapatero ha estado solo, muy solo, y quizá por ello se ha visto obligado a ceder en algunos aspectos, como el financiero.

¿Va a ocurrir lo mismo con el pulso por la asignatura Educación para la Ciudadanía? ¿No va a convocarnos nadie un sábado para que nos expresemos libre y pacíficamente por las calles de Madrid? ¿Vamos a seguir siendo la mayoría silenciosa, los únicos que ofrecemos la otra mejilla cuando nos abofetean?

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