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Vuelve el espectro de Vietnam / Sobre la guerra de Irak

Vuelve el espectro de Vietnam


La palabra «retirada», parcial o total, rápida o escalonada, ha dejado de ser tabú en Washington y Londres al referirse a Irak

 

JAVIER VALENZUELA, EL PAÍS, 22/10/2006


En 1991, al término de la Guerra del Golfo, el victorioso George Bush declaró: «El espectro de Vietnam ha sido enterrado para siempre en las arenas de la península Arábiga». Se refería al sentimiento de humillación de Estados Unidos por haberse tenido que retirar, en 1973, de Vietnam tras más de una década de intervención militar directa y la muerte de 58.000 soldados propios y más de tres millones de locales, militares y civiles. Tres lustros después, con el hijo de aquel Bush también como presidente, ese espectro comienza a removerse.


Hay muchas diferencias entre Vietnam e Irak, por supuesto. Para empezar, EE UU sólo lleva tres años ocupando el país árabe, sus bajas mortales no superan aún los 2.800 soldados y las de iraquíes, en el cálculo más pesimista, el de la revista británica Lancet, están por los 600.000. Pero sobre todo, la resistencia iraquí no cuenta con el apoyo de un Estado y de todo un grupo de naciones. El Vietcong, la guerrilla survietnamita, tenía detrás al Vietnam del Norte de Ho Chi Minh y al bloque comunista, que incluía a China y la Unión Soviética.

 

En realidad, la resistencia iraquí ni tan siquiera se favorece de algo parecido a los cientos de miles de manifestantes que en los últimos años sesenta y primeros setenta ocupaban las calles de EE UU en protesta por la guerra de Vietnam. El Pentágono no puede decir esta vez lo que sobre Vietnam dijo el coronel Oliver North: «No hemos perdido esta guerra en los campos de batalla de Asia, sino en las calles de América». Y sin embargo, el mal recuerdo de Vietnam empieza a asociarse en EE UU a la guerra de Irak. Y la palabra «retirada» -withdrawal, pullout o cut-and-run en inglés- ya no es tabú en ese país. Tampoco lo es en su principal asociado, el Reino Unido, donde sir Richard Dannat, general en jefe de sus Fuerzas Armadas, la empleó hace unos días. La presencia militar británica en Irak, dijo, está «exacerbando» los problemas de ese país.

 

Hasta no hace mucho, la palabra «retirada» sólo era empleada en EE UU en foros de Internet o por políticos del ala izquierda del Partido Demócrata. Ahora ha llegado a la primera página de The New York Times con el artículo «Crecen los llamamientos a una retirada de Irak». Entre otros, dos derrotados candidatos demócratas a la Casa Blanca piden que EE UU elabore un plan de retirada de Irak: John Kerry en el Senado y George McGovern en la última edición de la revista Harper’s. No, ninguno de los dos propone irse ya. Hablan de un repliegue escalonado, a culminar en el verano de 2007 con la sustitución de las tropas norteamericanas por las de países árabes y musulmanes prooccidentales.

 

Ideas semejantes son defendidas por analistas y politólogos. En The Internacional Herald Tribune, el columnista William Pfaff ha citado positivamente el ejemplo del general De Gaulle, que se retiró de Argelia en 1962. Y en EL PAÍS, Paul Kennedy, director de Estudios de Seguridad Internacional de Yale, ha recordado también el precedente de De Gaulle y le ha añadido el adiós británico a India y Pakistán de 1947 y la propia retirada estadounidense de Vietnam en 1973, con el conservador Richard Nixon en la Casa Blanca.

 

Ahora bien, las palabras inglesas withdrawal, pullout o cut-and-run siguen siendo prohibidas en el vocabulario de la Casa Blanca y el Pentágono. En una entrevista con el programa 60 minutes, Bob Woodward contó hace poco que Bush va diciendo que jamás se retirará de Irak, aunque sólo cuente al final con el apoyo de su esposa Laura y su perro Barney. Y Donald Rumsfeld persiste en comparar a los que defienden la retirada de Irak con Chamberlain y Múnich.

 

Pero una cosa es la retórica para los telediarios y otra la realidad. Fuentes del Gobierno norteamericano han puesto en circulación el globo sonda de que Bush podría ordenar en 2007 la vuelta a casa de hasta 50.000 soldados (ahora hay unos 160.000), siempre que el Gobierno y el Ejército iraquíes demuestren un mayor control de la situación.Es lo que la Casa Blanca llama draw-down, algo entre reducción y redespliegue. Y según cuenta Seymour Hersch en The New Yorker, el Pentágono desearía que en el verano de 2008 sólo quedaran en Irak unos miles de soldados norteamericanos.

 

Lo que se insinúa en Washington es la iraquización del conflicto, algo parecido a la vietnamización con la que Nixon comenzó su adiós al país asiático. Se trataba de que el régimen pronorteamericano de Vietnam del Sur se defendiera por sí mismo, apoyado por información, asesoramiento, armamento e intervenciones aéreas de EE UU. Nixon retiró a medio millón de soldados y reforzó el Ejército survietnamita, pero ello no impidió el colapso del régimen de Saigón. Ahora se trataría de que soldados iraquíes se hicieran cargo del trabajo terrestre, apoyados por el poder aéreo de EE UU.

 

El último argumento de los partidarios de prolongar la presencia militar, aunque sea reduciéndola e intentando iraquizar el conflicto, es que Irak se desintegraría dejado a su albur y el caos se extendería por Oriente Próximo. Es lo que dice John McCain, posible candidato republicano a la presidencia en 2008. McCain, que fue prisionero de guerra en Vietnam, afirma que hay una «diferencia» entre el caso indochino y el árabe. EE UU, dice, pudo irse de Vietnam sin que ello desestabilizara el Sureste asiático, pero hacerlo de Irak supondría un desastre para todo Oriente Próximo.

 

Es curioso que McCain y tantos otros digan eso. Porque el gran argumento de los halcones para prolongar la guerra de Vietnam era que EE UU libraba un combate heroico, titánico y decisivo para contener la expansión del comunismo por el sureste asiático. La caída de Saigón tendría un efecto dominó y, uno tras otro, Tailandia, Malaisia, Indonesia y Filipinas caerían en las garras de los rojos. Pero Saigón cayó y el comunismo no se expandió. Al contrario, Asia se hizo capitalista.

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