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El peligro de otra ‘yihad’ / Invasión de Irak

ANÁLISIS/ EL PELIGRO DE OTRA «YIHAD»

JAVIER VALENZUELA, El Cairo, Enviado Especial.
«Me temo que algunos civiles occidentales, aunque no sean culpables del ata-
que a Irak, sufrirán las consecuencias de las politicas de sus Gobiernos», declaró en de marzo el jeque Hamza Mansur, lider del jordano Frente de Acción Islámica. Como ya habian hecho antes Osama Bin Laden y otros caudillos islamistas, el jeque Mansur tildó de cruzada la guerra desencadenada por EE UU contra Irak, y añadió que «todos los musulmanes del planeta» están «obligados a oponerle la yihad o guerra santa defensiva», y ello «con todos los medios a su alcance». Preguntado sobre esos medios, el lider islamista jordano respondió: «No se puede luchar con rosas».
 

    Durante los últimos meses, los regimenes árabes -los pronorteamericanos de Egipto y Arabia Saudi y los «rebeldes» de Siria y Libia- han advertido de que la guerra contra Irak es «contradictoria» con la lucha contra el terrorismo islamista declarada por George W. Bush tras el 11-S. Los especialistas en integrismo musulmán han estado de acuerdo. «Bush, con su lenguaje mesiánico y su guerra contra Irak», dice el egipcio Diaa Rachwan, «es el mejor regalo que podian recibir los islamistas: confirma su tesis de que en Washington gobiernan fundamentalistas cristianos, emparentados con Israel y empeñados en destruir el mundo árabe y musulmán».
 
Odio a Sadam

Los llamamientos a la yihad contra EE UU se han multiplicado en las últimas semanas. Y no sólo de lideres islamistas, sino también de ortodoxos y conservadoras como los ulemas de la Universidad teológica egipcia de Al Azhar. ¿Es que Sadam es apreciado por los musulmanes practicantes? En absoluto. Es odiado por los shiies de Irán, Irak y Líbano, que no olvidan la guerra injusta y brutal que libró contra el pais de Jomeini y sus constantes tropelias en el sur del mismo Irak. En cuanto al mayoritario mundo suni, la tirania secular de Sadarn jamás ha sido apreciada por los creyentes. El propio Bin Laden detesta al lider iraqui y quiso combatir contra él en 1991.
 

    El problema estriba en que esta vez los argumentos de Washington no convencen a casi nadie en el mundo árabe y musulmán, lo que supone una gran diferencia con 1991. Ni siquiera a los Gobiernos. Hace semanas, Amr Mussa, secretario general de la Liga Árabe, declaró a EL PAIS que ningún vecino árabe de Irak, excepción hecha de Kuwait, se sentia amenazado por el acorralado y debilitado Sadam. Y añadió que las armas de destrucción masivas en poder de Israel y su brutal represión de la Intifada palestina les parecian a los Gobiernos árabes un peligro mayor y más urgente. La cumbre árabe de Sharm el Sheij adoptó el 1 de marzo esa posición.
 

    Tampoco ha convencido a los sectores laicos y democráticos la zanahoria de la remodelación de Oriente Próximo esgrimida por Bush. Personajes tan prestigiosos como el cineasta egipcio Yusef Chahine y el escritor palestino-nortamericano Edward Said han expresado su profundo escepticismo respecto a la idea de que la invasión de Irak introduzca la democracia en el mundo árabe. «Bush», según Said, «es la América ultra de la Biblia y el fusil y de la complicidad con los halcones israelies. Muy poco creible como un apósto1 de la democracia».
 

     Antes de que comenzara, la guerra provocó una rara unanimidad en el mundo árabe. Son escasos los que creen que tiene que ver con el peligro del arsenal de Irak. Lo que EE UU pretende, según creencia casi unánime, es desfogar sus sentimientos de venganza por el 11-S, atestiguar su papel imperial, hacerse con el petróleo iraqui y reducir su dependencia del saudi, reforzar la seguridad de Israel y dibujar un nuevo mapa de Oriente Próximo a su medida.
 

    Es probable que EE UU gane rápidarnente la guerra, pero, según Diaa Rachwan, «ya ha perdido la batalla politica en el mundo árabe y musulmán al cosechar tan unánime oposición». Y lo peor está por venir. «La ocupación de Irak», dice el analista egipcio, «será la tercera de un pais musulmán por fuerzas extranjeras desde el final de la Segunda Guerra Mundial, tras las de Palestina por los israelies y Afganistán por los soviéticos, y también tendrá consecuencias violentas y duraderas».
 

    Aunque aborrezcan a Sadam, los islamistas moderados de organizaciones como los Hermanos Musulmanes de Egipto o extremistas como los Al Qaeda, el Hezbolá libanés o el Hamás palestino, han identificado la guerra de Irak con la anexión israeli de Jerusalén y la invasión de Afganistán. «No podemos aceptar que los cruzados norteamericanos se asienten en un pais musu1mán», dice el jeque jordano Mansur. «Todos los musulmanes deben atacar intereses de EE UU en cualquier parte del planeta en respuesta a la agresión a Irak», proclama el jeque Ahmed Yasin, lider espiritual de Hamás.
 

     Es lo que predican y practican desde hace unos años Bin Laden y su Al Qaeda, la primera intemacional de la yihad antianorteamericana. De ahi que el ministro libanés de Cultura, Ghasan Salamé, expresara en febrero su temor a que la politica iraqui de Bush provoque «varios 11-S». Y es que Bin Laden no declaró su sanguinaria guerra santa contra EE UU porque no le guste el modo de vida nortearnericano, sino por «la politica norteamericana en Oriente Próximo», como subraya Peter Bergen. El nuevo capitulo de esa politica puede provocar que otros grupos islamistas se sumen, con sus propios militantes, métodos y objetivos, a la yihad de Bin Laden.
 

     El ataque a Irak se añade a una lista de agravios denunciada por los islarnistas en sermones, panfletos y casetes y en sus intervenciones en Al Yazira. Una lista que incluye el «doble rasero del Gran Satán frente a la cuestión palestina, su apoyo a regimenes autoritarios como el de Mubarak y su presencia militar en Arabia Saudi, tierra de las sagradas La Meca y Medina». Decenas de millones de árabes y musulmanes viven como ultrajes esos hechos, extraordinario caldo de cultivo para los yihadistas. «En el caso de Irak», dice Diaa Rachwan, «los islamistas comparten la indignación con los nacionalistas laicos árabes, los herederos de Nasser, los baazistas sirios e iraquies y los palestinos de la OLP». 

     El cóctel es explosivo. La guerra puede ser sólo el aperitivo de acontecimientos violentos que se prolongarán durante años.
 

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