Un presidenciable llamado Bush
JAVIER VALENZUELA, Enviado Especial, Waco (Tejas) / El País, 2 de Noviembre de 1998
George Bush, gobernador de Tejas, de 52 años, es un hombre sólido y de mediana altura, de pelo plateado, nariz de senador romano y ojos azules en un rostro bronceado. Es simpático y accesible, pero ya tiene aire presidencial, quizá porque recuerda a su padre. «No tomaré ninguna decisión sobre si me presento o no a las elecciones presidenciales hasta mediados del año próximo», dice al enviado de EL PAÍS en un momento de su campaña para la reelección en las elecciones legislativas y a gobernadores que se celebrarán mañana. Una encuesta difundida por CNN, Gallup y Usa Today le concede el 57% de las preferencias de voto para la Casa Blanca, frente al 39% del demócrata Al Gore, si las presidenciales se celebraran ahora.
A la entrada de Waco, un lugar donde la cerveza local se llama Colt 45, el gobernador Bush ha sido recibido con un gran cartel que anuncia Gun Show (exhibición de armas) en el centro de convenciones. No le ha molestado, porque él está a favor de la posesión de armas siempre que se tenga permiso, como lo está a favor de la pena de muerte. El pasado año, bajo su gobierno, Tejas, un Estado cuya extensión es 1,34 veces la de España, con 19 millones de habitantes y 19.204 dólares de renta per cápita -la 32 en EE UU-, ejecutó a 37 presos. Tras recorrer calles trazadas a cordel y flanqueadas por gasolineras, iglesias que anuncian que «Jesús es el único camino hacia el cielo» y baratas viviendas unifamiliares decoradas con las calabazas y los temas de terror de Halloween, Bush llega a su destino, Mission Waco.
Allí le esperan pancartas que rezan, en spanglish, «Governor Bush. Our future, nuestro futuro, depende de nosotros». Y hombres y mujeres con botas de cuero, pantalones vaqueros con cinturones con hebilla de plata y gorras de béisbol o sombreros tejanos. Una señora pasea un cartel con esta cita de Isaías: «Y el Gobierno deberá reposar sobre sus hombros».
Waco desmiente la visión del Tejas de oro de la serie Dallas. «Un tercio de sus 110.000 habitantes viven bajo el nivel de la pobreza», informa Jimmy Dorrell, el director de Mission Waco, una organización caritativa de raíz cristiana dedicada a organizar juegos, deportes y cursos de informática para chavales pobres, en su mayoría hispanos y negros, y rehabilitar alcohólicos y drogadictos. «El gobernador Bush», añade Dorrell, un hombre de gafas y barba entrecana, «nos está ayudando mucho. Le presentamos proyectos concretos y él nos envía fondos. Es un republicano que se preocupa por los pobres, algo que no es corriente en su partido en estos tiempos».
Bush entra en el salón de actos de Mission Waco, un edificio de ladrillos de una planta, a cuya entrada se advierte que no está permitido introducir armas de fuego. Allí Dorrell le explica que ese mismo lugar fue un cine porno, y la dependencia adjunta, un bar frecuentado por prostitutas y alcohólicos. El gobernador se entusiasma. «He aquí el símbolo del cambio que quiero para Tejas», dice al enviado de este periódico. «Lo importante», prosigue, «es la compasión. Pero no hay mejor compasión que la que sale del amor. El Gobierno no puede hacer una ley para que las personas se amen las unas a las otras. Eso surge de la gente y su libre asociación, y no hay otra mejor que la de las iglesias y las sinagogas. Pero el Gobierno debe ayudar sus trabajos. Ésa es mi política. Sustituir el sistema público de protección social, que sólo crea dependencia, por uno surgido de la gente y apoyado por el Gobierno que fomente la libertad, la responsabilidad y la voluntad de levantarse de nuevo».
Entre la enseñanza y la reducción de impuestos, ¿qué escoge el gobernador Bush? «Mire usted», responde, colocando su brazo sobre los hombros del reportero, «yo no bajaré una serie de impuestos en Tejas hasta que tengamos el mejor sistema de educación pública de Estados Unidos».
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