Entrevista a Mohamed Hussein Fadlallah, líder espiritual de Hezbolá
JAVIER VALENZUELA, Beirut, EL PAÍS, 19 de julio de 1987
En la casa del jeque Mohamed Hussein Fadlallah no se ven mujeres; ni una sola. Al menos en las estancias abiertas a los visitantes. Jóvenes con barbitas oscuras y rizadas hacen de guardias, secretarios, telefonistas, traductores y camareros. Hombres con modestas ropas europeas y clérigos enturbantados toman té en la antesala, a la espera de ser recibidos por el representante personal del imam Jomeini en Líbano.
Los chicos que custodian y sirven a Fadlallah no tienen los modales bruscos y la mirada enfebrecida que suele asociarse a los locos de Dios, los militantes islámicos libaneses, capaces de arrojarse con un camión cargado de explosivos contra cualquier blanco que les merezca la pena. Incluso los que a la entrada cargan metralletas Kaláshnikov tienen un cierto aire beatífico. La casa tiene dos alturas, y está en Bir el Abed, en los pobrísimos suburbios meridionales de Beirut, donde se apiñan casi 700.000 musulmanes chiíes y donde se supone están cautivos buena parte de los occidentales secuestrados en Líbano. Los suburbios tienen su ley y orden particular – los milicianos chiíes de Amal y el Hezbolá -, sus propias banderas verdes o negras e hilo directo con Teherán. Ni siquiera las tropas sirias que ocupan el sector musulmán de Beirut osan pisarlos.
«No voy a hablar de los rehenes. Todos los periodistas extranjeros me hacen las mismas preguntas. Mi última palabra es que ese tema ya no está en manos libanesas. Se negocia a nivel internacional». Ésa es la única condición que Fadlallah pone a la entrevista.
El jeque, dicen sus próximos, está harto de negar la general creencia de que los secuestradores de europeos y norteamericanos están amparados por el Hezbolá. Harto de repetir que, no obstante, intentará ejercer su «influencia espiritual» sobre ellos para que sean misericordiosos con los cautivos. Ahora parece estar diciendo que los interesados deben llamar directamente a las puertas de Teherán.
Fadlallah está sentado en un cómodo sillón, en una habitación de techo alto y tapizada en gris claro, con un teléfono último modelo al alcance de su mano y una foto gigante de Jomeini enfrente. Luce el turbante negro que le acredita como sayyed o perteneciente al linaje del profeta Mahoma. Bajo una galabia gris y una capa negra, una mancha de café destaca en su blanca camisa.
Dos detalles físicos dan a Fadlallah el marchamo de religiosidad. Uno es la gran barba. El otro es un grano del tamaño de garbanzo, fruto de pasar muchas horas rezando con la frente contra el suelo o pensando con los dedos pinzando el entrecejo.
Pregunta. Desde el punto de vista islámico, ¿cuáles son los principales defectos del mundo occidental?
Respuesta. El materialismo. También el concepto de libertad personal. Nosotros creemos que hay límites morales a la libertad individual. El individuo no es libre de hacerse daño a sí mismo o de hacerlo a los otros. Y en tercer lugar, el colonialismo.
P. La revolución iraní de
R. Respetar nuestro derecho a vivir la vida a nuestra manera. Comprender nuestra guerra contra el colonialismo y el sionismo. No vernos tan sólo desde el punto de vista israelí.
Hezbolá nació hace cinco veranos, tras la invasión israelí de Líbano. Es el último movimiento de masas surgido en Oriente Próximo. Una expresión coránica le da nombre: «Los que toman por maestros a Dios, su profeta y los creyentes: éstos son los que forman el Partido de Dios, y ellos serán los vencedores». Pero Hezbolá no es un partido político clásico. No tiene organización, ni sedes, ni dirigentes; el mismo niega Fadlallah cualquier relación orgánica con él.
Yihad Islámica y todos los demás grupúsculos libaneses que reivindican acciones contra intereses occidentales no son sino emanaciones misteriosas del fantasmal Hezbolá. El carácter nebuloso de la corriente islámica es para Fadlallah el símbolo mismo del pueblo musulmán en marcha.
Cinco años han bastado al Hezbolá para convertirse en la más importante fuerza del chiísmo libanés, desplazando a la milicia Amal del pro-sirio Nabih Berri. El movimiento es sólido en los suburbios meridionales de Beirut, en el valle de
A la popularidad del movimiento islámico han contribuido no poco sus obras sociales, generosamente financiadas por Irán. Hezbolá paga a sus milicianos mejor que nadie, ayuda a las familias de los mártires, cava pozos, anima orfelinatos, ofrece educación gratuita a los hijos de los pobres e incluso envía a la clínica Barraquer de Barcelona a sus seguidores con problemas oculares.
P. ¿Qué es para usted el imam Jomeini?
R. El imam Jomeini, que Dios guarde, es una persona a imitar. Es el faqih, tutor. Nuestro guía científico, religioso y revolucionario.
P. ¿Y
R. Una base sólida y ancha. Nos complementamos con Irán como los marxistas se complementan con
P. ¿Cuando Jomeini muera, el movimiento islámico libanés seguirá sosteniendo su privilegiada relación con Irán?
R. Nuestra relación no es con la persona de Jomeini, sino con su papel de guía, y la mantendremos igual con el que en el futuro desempeñe ese papel.
P. Son calificados en Occidente de integristas o fundamentalistas. ¿Le gustan esas expresiones?
R. Si quieren decir fanáticos, las rechazamos. El islam es la religión del diálogo.
© Diario EL PAÍS S.L. – Miguel Yuste 40 – 28037 Madrid [España]